por Guillermo Alvarado
En un mundo donde millones de seres humanos están bajo la amenaza directa de la muerte por hambre, sed o enfermedades curables, el gasto militar de las grandes potencias creció en 2016 hasta alcanzar cifras absurdas, sin que eso signifique en absoluto que la paz y la seguridad se hayan acercado siquiera unos cuantos milímetros.
De acuerdo con el Instituto Internacional de Investigaciones sobre la paz de Estocolmo, las erogaciones para la guerra alcanzaron la desatinada cifra de un millón de millones 686 mil millones de dólares.
Una cifra difícil de pronunciar y más aún de concebir en momentos en que organismos internacionales, como la FAO y la UNICEF hacen constantes advertencias sobre una eventual muerte masiva de personas debido a la desnutrición en varias regiones de África y Asia, así como la imposibilidad de millones de niños de asistir a la escuela en zonas de conflictos armados.
Como no es de extrañar, Estados Unidos está a la cabeza en el crecimiento de los gastos, con un total de 611 mil millones de dólares, lo que significa un incremento del 1,7 por ciento respecto a 2015.
El presupuesto destinado por la nación norteña para toda su esfera militar representa la tercera parte del monto mundial y se espera que aumente todavía más luego del anuncio del presidente Donald Trump de modernizar todas las fuerzas de su ejército, incluido el arsenal nuclear.
China, el país más poblado, ocupa el segundo lugar, si bien muy alejado de Estados Unidos, con 215 mil millones de dólares, seguido por Rusia, 69,2 mil millones; Arabia Saudita, con 63,7; India, que gastó 55,9 mil millones, casi lo mismo que Francia, cuyo presupuesto bélico fue de 55,3 mil millones de dólares.
Sin embargo París se dispone a dar un salto en 2017, tras el anuncio de que ya quedó atrás el período de reducción de sus efectivos y gastará a partir de este año 32 mil millones de euros en su nuevo programa militar.
Por otra parte, si prosperan las presiones que el presidente Donald Trump está haciendo para que todos los países miembros de la belicista Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN, aporten su cuota mínima del dos por ciento del Producto Interno Bruto al presupuesto de la entidad, esto significaría la bicoca de cien mil millones de euros más para los gastos de guerra.
Los militares occidentales argumentan la amenaza del terrorismo como pretexto para esta escalada, pero hasta ahora el fortalecimiento de los ejércitos no ha significado que ese azote esté en retroceso, sino todo lo contrario pues los atentados se multiplican.
Se dice que el precio de la paz es el esfuerzo de la guerra, pero eso es una falacia monumental. Las grandes matanzas registradas en nuestra lamentable historia como especie no han dado lugar a la paz, sino a nuevos ordenamientos y repartos del poder en el planeta, que por lo general luego desencadenan otros enfrentamientos.
Solo el desarrollo armónico, con justicia social, inclusión, cooperación y solidaridad garantizan la armonía, la seguridad y nuestra propia existencia en el universo.