Por: Roberto Morejón

Ante las dificultades para conseguir su financiamiento, el presidente estadounidense, Donald Trump, se vio obligado a aplazar la construcción del injurioso muro en el límite con México, una de los fracasos de sus primeros 100 días de mandato.

A pesar de las múltiples reuniones entre funcionarios estadounidenses y mexicanos que ayudaron a bajar el tono de la confrontación verbal a propósito de la tapia, el obsesionado inquilino de la Casa Blanca insiste en su empeño.

Como parte de las discusiones en el Congreso para lograr el financiamiento del gobierno al menos hasta septiembre próximo, los allegados de Trump también se liaron en una controversia con los
demócratas e incluso algunos republicanos acerca del muro.

Todos se oponen a la idea de levantar la valla, criticada también por organizaciones progresistas y de derechos humanos y hasta por las autoridades de los Estados fronterizos con México.

Pero el magnate neoyorkino, a quien sus críticos califican de imprevisible, ignorante y autoritario, repite en sus twits que “pagarán el muro”, en alusión a que México lo sufrague, aun cuando Washington adelante el presupuesto.

los asesores del gobernante norteño poco parece importarles las astronómicas sumas manejadas al prever la creación de la cuestionada barrera.

El gobierno proyectaba incluir 4 mil 500 millones de dólares como adelanto de los 20 mil millones necesarios para levantar una barricada física con México.

Pero ante la negativa de los opositores y la amenaza de dejar al gobierno sin fondos, los tenaces defensores del muro aplazaron la petición para el presupuesto de 2018. O sea, el proyecto irá contra viento y marea, sin importar que millones de mexicanos protestaron contra el plan con pancartas donde se leía: “Duro contra el muro”.

No son pocos los que señalan a la intención de erigir la muralla como una de las causas del escuálido apoyo popular a Trump en los primeros 100 días de mandato, apenas 40 por ciento.

En ese período, el gobernante dejó además una estela de decisiones repudiadas por segmentos importantes de la sociedad.

Son ellas la cancelación de financiamiento a programas de cambio climático y autorizar oleoductos contaminantes y la deportación de inmigrantes.

Igualmente vetó la entrada de musulmanes, ordenó bombardeos en Siria y Afganistán y crispó la situación en la península coreana.

En medio de tantos frentes abiertos, parecía que Trump pasaba a segundo plano su obcecación sobre el muro, pero la retomó.

Fue suficiente para que sus críticos le sugirieran irónicamente reducir sus elevados gastos en viajes de fin de semana para dirigirlos al respaldo de su cuestionada empalizada en el lindero con México.