Por: Guillermo Alvarado
Nadie ignora que México es uno de los países más bonitos del continente, con una gran diversidad geográfica y biológica, bañado por un golfo y dos océanos, dueño de una historia que se remonta a la raíces del tiempo, matizada por gestas heroicas como la lucha contra la colonización europea, la guerra de independencia y la revolución que inauguró una época luminosa en los albores del siglo XX.
La población mexicana, todos los sabemos, ha dejado su huella en la cultura, la política y la personalidad de la región y el solo nombre de esa hermana nación es un referente en el cine, la música, la literatura y la pintura, entre otras manifestaciones artísticas que adornan y hacen agradable nuestra vida.
Todo ello, sin embargo, se estrella hoy día contra una violencia atroz, incontenible, que devora cada año a decenas de miles de sus hijos, en nombre de una guerra impuesta desde afuera contra los carteles de la droga y otras formas del crimen organizado, que engorda los bolsillos de los fabricantes y vendedores de armas, quienes se llevan las riquezas y dejan los muertos en el sur del río Bravo.
Esto se constató en el más reciente informe del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, con sede en Londres, que concluyó que después de Siria, donde hay una guerra de grandes proporciones, México es el segundo país con más asesinatos de todo el planeta.
Solo en 2016 más de 23 mil homicidios intencionales se perpetraron en la nación latinoamericana, cifra que lo hace el más peligroso y violento de todo el hemisferio.
El estudio documenta que entre 2015 y 2016 la tasa de muertes violentas creció en 11 por ciento, a diferencia del llamado “triángulo norte centroamericano”, formado por El Salvador, Honduras y Guatemala, donde este azote también es endémico, pero el año pasado hubo un descenso en la cifra de fallecidos.
La situación tuvo su origen durante el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, de tristes recuerdos, quien en 2006, instigado por Estados Unidos, declaró la guerra al narcotráfico para evitar que las drogas cruzaran la frontera norte, e involucró al ejército en este combate que sembró de miseria, miedo y muerte a la sociedad.
El Instituto de Economía y Paz de México aseguró que las actuales políticas de combate al trasiego de estupefacientes, basadas en la aplicación masiva de la fuerza militar, están causando también una gran pobreza.
De acuerdo con la institución, esta guerra absurda le costó el año pasado al país el 18 por ciento de su Producto Interno Bruto, una cifra exorbitante que quizás por sí sola no diga nada a la gente común y corriente, pero que si se traduce en que cada habitante de México, desde un recién nacido hasta un anciano, pagó por la violencia como promedio 25 mil pesos, es decir mil 300 dólares a la tasa de cambio actual, uno se pregunta hacia donde va ese país.
Lamentablemente las autoridades no hacen nada, o hacen muy poco, que da igual, para cambiar esta situación que agobia y agota a esa sociedad.
México sigue siendo lindo, y querido a pesar de todo, pero la oscura violencia que lo envuelve le ha quitado brillo a ese país donde hoy se lucha más para vivir que para crear, lo que es una tragedia en todos los sentidos.