por Pedro Martínez Pírez
Algunos cubanos con los cuales he podido conversar después del show mediático escenificado el pasado viernes en Miami por el presidente de Estados Unidos, Dónald Trump, coinciden en que al inquilino de la Casa Blanca “el tiro le saldrá por la culata”, según reza un viejo refrán muy conocido en el archipiélago cubano.
En primer lugar porque Cuba ha demostrado desde el triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959 que es un hueso muy duro de roer para su vecino imperialista, el cual ha desarrollado a lo largo de casi seis décadas de administraciones tanto demócratas como republicanas un amplio arsenal de agresiones sin lograr su objetivo de recolonizar a la Mayor de las Antillas.
Las groseras amenazas y mentiras de Trump, que fueron transmitidas en vivo por la televisión cubana para conocimiento de toda la ciudadanía, no han quitado el sueño a una población acostumbrada a la prepotencia del vecino del Norte, y más bien le han permitido recordar al prócer de la independencia José Martí, quien vivió en los Estados Unidos y le conocio las entrañas al monstruo imperialista.
Otros, al asociar el ataque anticubano de Trump con su política injerencista hacia Venezuela, han recordado al Libertador Simón Bolívar quien dejó para la historia un razonamiento clave: los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar de miserias a la América en nombre de la libertad.
Y los simpatizantes del Ché Guevara, que son muchos en Cuba, han recordado la advertencia del guerrillero cuando advirtió, señalando la dimensión con los dedos de su mano, que “al imperialismo, ni un tantito así”.
Para algunos este discurso provocador de Trump, en las entrañas de la contrarrevolución anticubana en Miami, no le servirá para reafirmarse como presidente de los Estados Unidos, sino más bien para mostrar ante la opinión pública nacional e internacional una nueva fisura en el actuar prepotente pero errático de un gobernante cuya soberbia y miopía política lo colocarán un día en el sitial que corresponde a los hombres mediocres de los que nos habló el sociólogo argentino José Ingenieros.