Por: Guillermo Alvarado
La República Bolivariana de Venezuela libró y venció esta semana una singular batalla en el seno de la desprestigiada Organización de Estados Americanos, la OEA, donde el secretario general de la entidad, Luis Almagro, coludido con el canciller de México, Luis Videgaray, fracasaron en hacer aprobar un proyecto intervencionista aupado por Estados Unidos contra la Patria de Bolívar.
La 47 asamblea general de la OEA dedicó una buena parte de su tiempo a debatir sobre la situación interna de Venezuela, con el ánimo de obligar al presidente Nicolás Maduro a suspender el proyecto de elecciones a una Asamblea Nacional Constituyente, considerada como la herramienta adecuada para resolver por medio del diálogo la crisis en la hermana nación sudamericana.
Tres días de tensión finalizaron sin que Washington consiguiera aunque fuese lo que calificó como un “modesto paso”, como era la creación de un grupo de contacto para supuestamente mediar entre la oposición y el ejecutivo de Caracas.
Al cerrar la cita era evidente la amargura en el rostro de Almagro, quien a pesar de la derrota tuvo la insolencia de amenazar con nuevas andanadas y aseguró que la reunión del consejo de consulta sobre Venezuela sólo fue suspendida, no cerrada.
El otro gran derrotado en estas jornadas fue el canciller mexicano, quien realizó un intenso cabildeo entre los países miembros de ese desprestigiado organismo para tratar de obtener los 23 votos necesarios en la aprobación de la declaración injerencista, pero se quedó corto en su intentona.
Videgaray tuvo que escuchar los reproches sobre la inoperancia del Estado mexicano para resolver el caso de los 43 estudiantes desaparecidos de la localidad de Ayotzinapa, un crimen que pronto cumplirá tres años sin que los aparatos policiales y de justicia sean capaces de dilucidarlo.
También se puso en evidencia la inseguridad en que vive la sociedad mexicana y los asesinatos contra periodistas que se mantienen en la impunidad. Con tantas vigas en los ojos, Videgaray tenía muy difícil convencer a sus colegas para satanizar al gobierno de Maduro.
Llamó la atención la participación de otros países en la arremetida contra Venezuela, como Guatemala, donde la violencia es pan de cada día y ocurren crímenes de Estado odiosos, como la incineración de un grupo de niñas en un albergue presuntamente “seguro”, sin que se conozcan hasta hoy las causas profundas de este hecho.
Incuestionablemente que la figura más destacada durante esta batalla, librada en el balneario de Cancún, fue la canciller de Venezuela, Delcy Rodríguez, quien con pasión y verdad desmontó la farsa que Almagro, Videgaray y otros funcionarios puestos al servicio de Estados Unidos, pretendían llevar a cabo.
Rodríguez se despidió victoriosa de su cargo para dedicarse a otra pelea, reunir los votos necesarios para formar parte de la Asamblea Constituyente en su país.
El subsecretario de Estado norteamericano, John Sullivan, tendrá que explicar a sus jefes las causas de este fracaso, que dejó una vez más en evidencia el odio de Washington y sus asalariados por cuando signifique libertad, soberanía y dignidad en una región que se resiste a seguir siendo patio trasero del imperio norteño.