Por: Guillermo Alvarado
Las grandes corporaciones transnacionales dedicadas a las actividades extractivas generan graves daños al medio ambiente en los países donde operan, sustraen gigantescas ganancias y, cuando deciden retirarse, dejan un paisaje de desolación y la misma, o peor, pobreza de la que había cuando arribaron.
El Centro de Análisis e Investigación Fundar, de México, publicó un informe donde señala que la participación de algunas trasnacionales en la minería y los hidrocarburos "despierta preocupación, debido a sus historiales de corrupción, violaciones a los derechos humanos y degradación ambiental".
La entidad hizo un balance hasta finales de 2016 y entre sus conclusiones destaca que en esa nación latinoamericana la explotación de minerales e hidrocarburos por grandes corporaciones foráneas afectó a las poblaciones donde se realizaron, deterioró la salud de los habitantes, el acceso al agua potable y a alimentos sanos.
Fundar agregó que grandes beneficios privados se lograron a costa de la gente, los ecosistemas, el clima y el futuro de México y advirtió sobre los efectos negativos de algunos tipos de explotación, como la llamada “fractura hidráulica”, para extraer gas o petróleo ocultos bajo mantos rocosos de gran dureza.
Lamentablemente este tipo de situaciones se repiten constantemente en otros países de nuestra región, donde gobiernos venales autorizan actividades de las transnacionales a cambio de ilusorias promesas de desarrollo, por lo general siempre incumplidas, cuando no hay de por medio jugosas ganancias por debajo de la mesa.
Un clásico ejemplo ocurrió en el occidental departamento guatemalteco de San Marcos, donde trabajó durante once años la corporación Goldcorp, disfrazada bajo el nombre de Montana, para extraer oro y plata de un cerro ubicado entre los poblados de Zicapaca y San Miguel Ixtahuacán.
Durante años se denunció que la mina Marlin estaba causando graves daños a la naturaleza y las personas, pero todas las protestas cayeron en oídos sordos.
Al terminar las actividades el balance es desolador: Goldcorp sacó de Guatemala beneficios por cuatro mil 371,6 millones de dólares y le dejó al gobierno regalías por sólo 94 millones. Dicho de otra manera, la transnacional se quedó con el 97,85 por ciento de las ganancias y el Estado guatemalteco recibió el irrisorio 2,15.
Un cerro completo desapareció del mapa, hay trazas de contaminación por cianuro en el subsuelo y el agua y, lo peor, ambos pueblos siguen tan pobres como antes.
Quién no recuerda lo ocurrido en la Amazonia ecuatoriana cuando operó allí la petrolera estadounidense Texaco, hoy propiedad de la Chevron. Entre 1972 y 1992 extrajo mil 500 millones de barriles de crudo y vertió intencionalmente 19 mil millones de galones de residuos y 17 millones de galones de hidrocarburos, en lo que constituye la peor catástrofe en la historia de la explotación de petróleo. En lugar de restaurar los daños y pagar los costos humanos y materiales, la Chevron tuvo el descaro de acusar al Estado ecuatoriano por difamación.
Podría comprarse a estar empresas con aves de rapiña, pero no sería justo porque estas últimas cumplen una función en la naturaleza, en tanto las corporaciones sólo siembran destrucción, enfermedades y miseria, como jinetes del Apocalipsis.