Por: Guillermo Alvarado
A pesar de la violencia de la oposición derechista y las intensas presiones internacionales, el pueblo de Venezuela se volcó a las urnas este domingo, abriendo una histórica oportunidad para la paz por medio de la Asamblea Nacional Constituyente, que una vez instalada se convertirá en el poder fundamental del país y buscará el diálogo como vía para resolver los problemas internos que lo azotan.
Más de ocho millones de ciudadanos fueron a votar por los 545 miembros de la Constituyente, quienes ocuparán su cargo este miércoles para redactar una nueva Carta Magna donde se refundarán las instituciones del Estado, se ampliarán los derechos sociales y se crearán mecanismos para fortalecer la paz y el diálogo con la oposición para poner fin a la violencia.
Se trató de un acto de legítima soberanía nacional, en plena concordancia con el marco jurídico vigente, según pudieron constatar los más de 40 observadores internacionales que presenciaron el evento y dieron fe de la buena organización y las garantías de transparencia creadas por las autoridades electorales.
Como no podía ser de otra manera, la oposición derechista trató de quitarle legitimidad a la votación, anunciando sin ninguna prueba una abstención del 88 por ciento, cifra que no resiste el más mínimo análisis porque a diferencia de lo que hizo la llamada Mesa de la Unidad Democrática en su fallido plebiscito contra la Constituyente, que incineró inmediatamente los votos, ahora en cambio están debidamente resguardados y prestos a cualquier escrutinio.
A los pataleos de la derecha se suman, como ha venido ocurriendo, el accionar de los grandes consorcios mediáticos internacionales, que difunden noticias viciadas para tratar de crear una imagen falsa de lo ocurrido este domingo en Venezuela.
Llamó la atención una fotografía difundida por el periódico español donde se puede apreciar una gran explosión con profusas llamas frente a un grupo de policías para ilustrar lo que llamó una jornada violenta. Lo que este diario oculta de manera malintencionada es que esa deflagración, que en verdad ocurrió, fue un atentado criminal cometido por grupos violentos opositores contra efectivos de la Guardia Nacional que patrullaban en motocicleta. Siete agentes sufrieron heridas en ese ataque, pero de ello ni media palabra en el periódico de marras.
También se levantó un coro de gobiernos de derecha, encabezado por Washington en este continente y la Unión Europea del otro lado del Atlántico, anunciando su desconocimiento a los resultados de las elecciones.
En realidad ni a la Casa Blanca, ni a Bruselas, les corresponde calificar o reconocer la creación de la Asamblea Nacional Constituyente en Venezuela. Eso es un asunto interno de un país dotado de la legitimidad suficiente para hacerlo y a la comunidad internacional lo que le toca es respetar lo que ese pueblo de manera soberana decidió.
Aquí se trata de consolidar la paz en una nación asediada por numerosos enemigos que buscan destruir a la Revolución Bolivariana. Se trata de defender la soberanía, la dignidad y la libertad y en esas tareas, como dice el dicho, el que no ayuda, estorba.