Por: Randy Alonso Falcón / Cubadebate
La sociedad estadounidense permanece tan dividida como siempre. Quienes vieron ilusamente la llegada histórica del primer negro a la Casa Blanca como símbolo de heridas superadas en esa multiétnica y multicultural nación se cayeron de bruces cuando terminó el mandato de Obama, o quizás antes, y no cesaron los abusos policiales, los asesinatos de afroamericanos, la discriminación creciente a los latinos.
Estados Unidos sigue siendo una nación de y para la mayoría WASP (Blanca, Anglosajona y Protestante), donde las minorías siguen siendo rampantemente eso: los otros. Aún se transpira a nivel social una historia vinculada raigalmente al racismo, en unos Estados Unidos donde los esclavos fueron vistos como una escoria de la sociedad, sus descendientes vivieron una brutal discriminación y segregación durante siglos, y todavía a mediados de la centuria pasada se leía a la entrada de restaurantes, cines y teatros rótulos que alertaban “no dogs or mexican allowen”
El triunfo por votos electorales y la asunción presidencial de Donald Trump ha exacerbado a escala social ese sentimiento de mundos y derechos diferentes en un mismo país. Su discurso patriotero, antinmigrante, misógeno ha sido campo fértil para reafirmar y alentar a las fuerzas ultraderechistas y neofascistas en EE.UU.
Están frescas las imágenes de sus ofensivos discursos contra los mexicanos acompañados de los gritos de sus seguidores: “build the Wall, kill them all” (construyan el muro, mátenlos a todos)
Los recientes acontecimientos en Virginia confirman la vigorización de esas fuerzas racistas, la polarización social y el discurso ambiguo y favorecedor de la actual administración estadounidense.
Así lo apreciaron los reporteros de The New York Times Richard Fousset y Alan Feuer, quienes se refirieron a los acontecimientos sabatinos en Charlottesville como “la manifestación más visible hasta ahora de cómo ha evolucionado la extrema derecha en Estados Unidos: una coalición de grupos supremacistas de antaño y más actuales conectados por las redes sociales y envalentonados por la elección de Donald Trump”.
También el Southern Poverty Law Center, un grupo que estudia crímenes de odio en EE.UU, valora que el extremismo de derecha, incluyendo a los nacionalistas y supremacistas blancos se sienten envalentonados gracias a la elección de Trump. Este centro cifra en 917 los grupos de odio activos actualmente en EE.UU, con California (79) y Florida (63) como los estados con mayor presencia.
Las reacciones del Presidente tras los sucesos han levantado olas de crítica. Su lentitud en pronunciarse, su equiparación de los ultranacionalistas y racistas con las fuerzas sociales que se les opusieron y su respuesta despótica a los empresarios que se retiraron de los Consejos Asesores de la Casa Blanca en protesta por su actitud, han provocado manifestaciones públicas, ataques de la prensa y numerosos pronunciamientos en las redes sociales.
No pocos han recordado el mensaje de odio que defienden círculos cercanos al Presidente Trump; en especial su consejero Stephen Bannon, autor de frases trogloditas como: “Abolir la esclavitud fue una mala idea” o “No quiero que mis hijos vayan a una escuela con judíos. No me gustan los judíos ni la forma en que crían a sus mocosos hijos”
Bannon fue director e impulsor del medio ultraderechista Breitbart News, donde compartió columnas con Milo Yiannopoulos; ambos reconocidos como ideólogos de la llamada derecha alternativa estadounidense (alt-right), un movimiento ultranacionalista y racista en ascenso en Estados Unidos.
Cuando fue nombrado por Trump como su principal asesor, el portavoz del líder demócrata en el Senado Harry Reid dijo en un comunicado por las claras: “La elección de Steve Bannon por parte del presidente electo Trump como su principal asesor indica que los supremacistas blancos estarán representados en los niveles más altos en la Casa Blanca”
Los unicos apoyos al presidente han venido de los lideres del Ku Klux Klan, quienes agradecieron su “condena a los matones de izquierda que nos atacaron”
Lo que se manifiesta por estos días es más que un hecho puntual o una protesta espontánea, es un choque ideológico y cultural entre las fuerzas en Estados Unidos que desean un país multiétnico, multicultural, respetuoso de la diversidad y los que, con el aliento de Trump, sostienen la filosofía de la hegemonía blanca, el desprecio por el otro, que ha sido el día a día de la historia estadounidense.
Lamentablemente, el sueño hermoso de Martin Luther King Jr. sigue siendo quimera en los Estados Unidos. El odio que divide, aún prevalece.