El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a arremeter con dureza contra México al que amenazó de nuevo con la construcción de un muro a lo largo de la línea fronteriza y hacerlo pagar de alguna manera el costo multimillonario de esa caprichosa edificación, que atenta contra la lógica, las buenas relaciones entre dos países vecinos y hasta con el medio ambiente.
El jefe de la Casa Blanca acudió una vez más a las redes sociales como forma de hacer política y en un mensaje impropio de un gobernante dijo que “con México siendo una de las naciones con más altos índices de crímenes en el mundo, debemos construir EL MURO. México pagará por él en reembolso o de otra forma”.
No contento con esta salida de tono, poco después el presidente Trump acudió de nuevo a la red de twitter con otra aseveración donde amenazó con abandonar las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN.
“Estamos en las renegociaciones del TLCAN con México y Canadá. Ambos lo complican mucho ¿deberíamos terminar?”, dijo en lo que muchos analistas interpretaron como una simple y llana amenaza a sus dos vecinos.
Desde su campaña electoral Trump señaló a este instrumento como un pésimo tratado que, según él, ha costado la pérdida de 700 mil puestos de trabajo en su país y un déficit comercial de 64 mil millones de dólares con México.
Hay que señalar que las acusaciones del presidente estadounidense hacia su vecino del sur son muy relativas y es más lo que calla que lo que dice.
Es verdad que México está azotado por una ola de violencia, que se hace más aguda en la medida en que las autoridades dejan de cumplir sus responsabilidades y permiten un elevado nivel de impunidad.
Pero también lo es que la raíz de este fenómeno está en la artera política antidrogas de Washington, que trasladó la guerra hacia el territorio al sur del río Bravo y se convirtió en el principal proveedor de armas para ambas partes. Así pues, México pone los muertos, Estados Unidos las balas y las drogas siguen cruzando la frontera a la misma velocidad porque el mayor mercado de consumo de estupefacientes del mundo no ha disminuido un ápice. Más aún, hay indicios de que el sistema financiero estadounidense se beneficia con el flujo de capitales que el narcotráfico produce.
Si al presidente Trump le preocupa tanto la violencia en México, él sabe muy bien que la solución es sencilla. En lugar de hacer muros, que frene el consumo en su país.
Respecto al TLCAN, desde su puesta en marcha el 1 de enero de 1994 fue ruinoso para la mediana, pequeña y micro empresa mexicana. Miles de productores en el agro desaparecieron, millones de personas perdieron su fuente de ingresos y sólo los grandes consorcios resultaron beneficiados.
La enorme pobreza que el tratado causó en el campo es también una de las fuentes que alimenta la violencia de la que ahora Trump se queja, así como del flujo de migrantes que busca contener con su disparatada valla.
Al pretender eliminar las muy escasas ventajas de ese acuerdo para el socio del sur, le está tendiendo una soga para que él mismo se ahorque, o se estrelle contra el muro. Pobre México, tan lejos de dios y tan cerca de los Estados Unidos.(Guillermo Alvarado)