Por: Guillermo Alvarado
Tal y como se esperaba el Partido Cristiano Demócrata de la canciller federal alemana, Ángela Merkel, junto con sus aliados de Baviera, ganó en las elecciones parlamentarias del domingo y garantizó de esa manera un cuarto período de gobierno en la economía más poderosa de la Unión Europea, pero el festejo se vio ensombrecido por la irrupción de la extrema derecha.
La mandataria logró el primer lugar en los comicios, con el 33 por ciento de sufragios de acuerdo con datos preliminares, por debajo de lo esperado, por lo que dieron comienzo ya las complejas negociaciones para formar una coalición legislativa que le permita ejercer su cuarto período sin mayores sobresaltos.
Uno de sus potenciales aliados, el Partido Socialdemócrata, de Martin Schultz, sufrió la peor derrota desde 1949, al conseguir sólo 20,5 por ciento de papeletas y ya declaró que no contempla como una opción participar en un futuro ejecutivo e irá a la oposición.
Hasta enero pasado se pensó que Schultz podría poner fin a los 12 años de la era de Merkel, pero el entusiasmo inicial que despertó entre la población perdió impulso en la medida en que no supo articular una propuesta diferente para Alemania, donde el desempleo y las desigualdades crecen a pesar del vigor de la economía, al tiempo que se incrementa el debate en torno al ingreso de más de un millón de inmigrantes.
La baja en la votación de ambos líderes, Merkel y Schultz, son un claro indicador del creciente desencanto de los alemanes hacia los políticos tradicionales.
Pero lo más preocupante no es esto, sino que por primera vez desde la II Guerra Mundial los extremistas de derecha representados por la Alternativa para Alemania, donde pululan ideas neofascistas, tendrá representación en el Parlamento Federal.
La formación xenófoba y racista alcanzó 12,6 por ciento de votos según los sondeos, lo que la convierte en la tercera fuerza en el país y podría tener unos 90 diputados, cifra que no es decisiva pero si representativa para hacer escuchar su voz e influir en la votación de algunos asuntos.
En estas condiciones a los Cristiano Demócratas no les quedará más remedio que buscar un pacto con los Verdes y los Liberales, pero estos últimos rechazan las iniciativas para reformar la Unión Europea, de manera particular la creación de un presupuesto especial en la zona euro como lo proponen Berlín y París.
Grandes y complejos temas formarán parte de estas negociaciones, entre ellos el cambio climático y el futuro del Acuerdo de París, el problema de las grandes masas de migrantes que siguen tocando a las puertas de Europa, la liberalización del comercio internacional, e incluso las relaciones con Estados Unidos y el imprevisible gobierno encabezado por Donald Trump.
Vendrán días o quizás semanas complicadas en un país que tiene una inobjetable influencia en el Viejo Continente y más allá, porque puede contribuir a un precario equilibrio en crisis sensibles, como las de Ucrania y la península coreana.
Un tema para seguir con atención porque, no por lejano, deja de incumbirnos.