Por Guillermo Alvarado
En diferentes lugares del planeta se realizaron a lo largo de esta semana numerosos actos para conmemorar el centenario de la Revolución de Octubre, considerada como uno de los acontecimientos más importantes en la historia moderna porque transformó no sólo al imperio ruso, con un régimen agrario atrasado, medieval, incluso, sino que tuvo un impacto innegable en la vida de toda nuestra especie.
Se le llama Revolución de Octubre, si bien sus cien años ocurrieron el 7 de noviembre debido a las diferencias entre el calendario Gregoriano, utilizado en el mundo occidental, y el Cirílico vigente entonces en Rusia.
Numerosas singularidades distinguieron a este movimiento político y social, entre ellas que se llevó a cabo contra el pensamiento más ortodoxo marxista según el cual sólo la clase obrera puede ser el motor impulsor de transformaciones de este tipo.
A principios del siglo XX en la nación euroasiática sólo el 13 por ciento de la población vivía en las ciudades y el resto era rural; los campesinos representaban el 80 por ciento y en 1917 los obreros apenas eran unos tres millones sin ninguna organización bien estructurada.
Algunos han pretendido ver en esto una contradicción entre el pensamiento de Vladimir Ilich Lénin y el de Carlos Marx, cuando en realidad es una muestra impresionante de la creatividad y el genio del líder bolchevique, que tuvo la visión del momento histórico y la aprovechó incluso en medio de la I Guerra Mundial que desangraba a Europa.
Implantar las ideas de Marx en masas incultas, introducir las relaciones de producción socialistas en una sociedad con estructuras, métodos de gestión y composición clasista atrasadas en siglos, definen la audacia de Lenin.
En medio de ingentes dificultades, las guerras impuestas por las viejas clases dominantes con el apoyo de potencias europeas, en un ambiente magistralmente descrito en la monumental trilogía Tinieblas y Amanecer en Rusia del escritor Alexei Tolstoy, la Revolución impulsó un colosal desarrollo económico, científico técnico, cultural y hasta deportivo que convirtieron a un vetusto y desbaratado imperio en una superpotencia de primer orden.
Una muestra de este poderoso impulso fue que aún en medio de los años oscuros del estalinismo, la Unión Soviética resistió el brutal y traicionero embate del fascismo nazi, supo resistir al costo de decenas de millones de vidas y luego iniciar la contraofensiva que en poco tiempo llevó al Ejército Rojo al corazón de la llamada “peste parda” en una epopeya militar pocas veces vista.
Si bien aún son objeto de estudio las condiciones que provocaron la absurda disolución del país soviético, es indudable que la Revolución de Octubre transformó radicalmente al mundo, sobre todo porque demostró que el capitalismo no es una fatalidad inevitable y eterna, que es posible construir un mundo sin explotados ni explotadores e inspiró muchos pueblos para luchar por sociedades más justas, solidarias y humanas.