Por: Roberto Morejón
Mucho se ha escrito sobre la contundente victoria del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela en tres elecciones en menos de 140 días en 2017, pero poco se dijo del éxito en el estado de Zulia.
Se trata de un territorio estratégico codiciado por la beligerante oposición venezolana al servicio de los intereses locales más retrógrados y de Estados Unidos.
En los pasados comicios municipales, los habitantes del noroccidental Estado también votaron para seleccionar a un nuevo gobernador.
Así lo hicieron porque el opositor Juan Carlos Guanipa electo el 15 de octubre en la convocatoria regional se negó a juramentar su cargo ante la Asamblea Nacional Constituyente, poder supremo según las leyes del país.
Los adversarios de la Revolución Bolivariana desataron una campaña feroz para menoscabar la validez de la cita electoral en Zulia y por impedir el triunfo del candidato chavista Omar Prieto, pero sus esfuerzos febriles chocaron contra la decisión popular.
Prieto fue aclamado como nuevo gobernador de un Estado anhelado por los grupos que desataron una insurrección callejera antigubernamental durante cuatro meses en 2017, coronada con la muerte de más de 120 personas y daños materiales cuantiosos.
La respuesta a la pregunta de por qué ambicionaban los antichavistas asegurar el control de Zulia es muy sencilla.
Se trata del quinto Estado más extenso del país, el más poblado, y su territorio rodea el lago de Maracaibo, la masa de agua más extensa de América Latina.
Sus recursos marítimos lo convierten en el segundo proveedor de pescado de Venezuela y cuenta con suelos con alto potencial para la agricultura y la ganadería.
La cuenca lacustre abarca una de las más grandes reservas de petróleo y gas del Hemisferio Occidental que atrae los apetitos de corporaciones y oligarcas de la vecina Colombia y de Occidente.
La actividad petrolera en Zulia se lleva a cabo de forma intensiva y cubre 80 por ciento de la producción venezolana.
El opositor Manuel Rosales, derrotado en la elección para gobernador, lamentó amargamente el desenlace y trató de manipular sus causas.
El gobernador electo Omar Prieto a nombre de los chavistas recorrió los barrios de Maracaibo, la capital del Estado, y de otras ciudades, donde propuso un programa para resolver los problemas de la población y los votantes creyeron en él.
Quedó atrás la hegemonía y el caudillismo del anterior gobernador de Zulia, representante de las corrientes derechistas que han llevado al país a una situación difícil, aunque sin lograr el derrocamiento del gobierno constitucional.
Zulia es una potencia regional ahora bajo el control del poder popular.