Por: Roberto Morejón
La agricultura cubana impulsa programas de desarrollo, organizativos y de aseguramiento de la fuerza técnica como forma eficaz de revertir las debilidades presentes.
Si bien los aportes agropecuarios siguen alejados de las necesidades y los precios son discutidos por los consumidores, en 2017 aumentaron 3 por ciento en relación con la etapa anterior, y contribuyeron al modesto ascenso del Producto Interno Bruto.
El incremento de las entregas sobresalió a pesar de los daños causados por el devastador huracán Irma en septiembre último, con impacto específico en el plátano, arroz, café y huevos.
Sin embargo, el país requiere más producción y se impone trabajar con más ahínco en medio de las tensiones financieras en la economía.
Un paso positivo se dio en 2017 al aumentar las inversiones en infraestructuras en 40 por ciento con respecto a años anteriores y respaldar en mayor porcentaje los requerimientos de agua de los sembrados, sin dudas un logro ante la huella de la sequía.
También se insistió en una mejor gestión y aplicación de la ciencia, la tecnología y la innovación en la producción de alimentos, si bien los especialistas matizaron la NO incorporación de algunos resultados a los campos en detrimento del desarrollo sostenible.
Las autoridades se proponen igualmente afrontar el envejecimiento del potencial científico, la poca incorporación de fuerza técnica a los institutos de investigación y el sector productivo, así como la obsolescencia tecnológica en algunas entidades.
Además, en los últimos años se han formado en Cuba decenas de miles de profesionales para la agricultura que después emigraron a otras ramas de la economía y los servicios, en busca de mayores ingresos.
Los entendidos coinciden en que las medidas diseñadas para eliminar las trabas que desestimulan las formas productivas de la agricultura NO han madurado y el ritmo de crecimiento de la producción agropecuaria es insuficiente.
De ahí que el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social de Cuba hasta 2030 enfatice en la necesidad de alcanzar niveles de producción y comercialización agropecuaria superiores, en busca de la autosuficiencia alimentaria.
Con esa premisa, los cubanos deberán elevar la producción y sostenibilidad ambiental y financiera de las cadenas productivas alimentarias y lograr de paso la generación de más empleos e ingresos, principalmente en la población rural.
Los campos de Cuba demandan mayor infraestructura y en ello se trabaja, pero también requieren personas calificadas para respaldar las tecnologías previstas e incentivar la generación de alimentos que sustituyan importaciones y mejoren el abasto a las familias.