Por Roberto Morejón
Muchos cubanos no simpatizan con los períodos lluviosos porque están habituados a un clima soleado, pero esas opiniones se dosifican dada la necesidad del país de revertir una aguda sequía, aspiración concretada luego de un último trimestre de 2017 con abundantes precipitaciones.
Como no se veía en mucho tiempo, los temporales fueron tan recurrentes que hasta el calendario del torneo nacional de béisbol, el deporte preferido, fue presa de la incertidumbre por los frecuentes aguaceros.
Reportes oficiales indicaron que las lluvias de 2017 registraron un promedio nacional de mil 527 milímetros, equivalente a 114 % del valor histórico anual.
El agua caída superó la media histórica en 143 de los 168 municipios y en ninguno estuvo por debajo del 50 por ciento, con el rescate del llenado de los embalses.
Atrás quedó el panorama sobrecogedor de buena parte de los 142 reservorios del archipiélago caribeño al permanecer en niveles de acumulación por debajo de 40 por ciento, o sea, lejos de las necesidades de los pobladores.
Para tener una idea del impacto de la resequedad en los últimos 24 meses es válido destacar su incidencia en el desempeño de la economía nacional.
El Producto Interno Bruto de Cuba tuvo un crecimiento de 1,6 por ciento el año anterior.
Entre las causas de ese desenlace modesto cabe destacar el bloqueo estadounidense, los incumplimientos por exportaciones de bienes y servicios, la disponibilidad de combustible, la NO ejecución de programas inversionistas y, por supuesto, las afectaciones de la aguda sequía.
La situación dio un vuelco a partir del diluvio aparejado al huracán Irma que azotó a Cuba en septiembre último.
Uno de los lugares con un cambio más acentuado es la oriental provincia de Santiago de Cuba, cuyos habitantes sintieron especialmente los rigores de la sequía de los dos últimos años y ahora sus estanques presentan una cobertura de más de 90 de su capacidad.
De acuerdo con los especialistas, 2018 se presenta para Cuba con otro cariz al tener embalsado un volumen del líquido que apoyará los ambiciosos programas agrícolas y ganaderos.
Ahora bien, tener más agua gracias a una profusa etapa lluviosa en el período seco NO justifica derrocharla.
El Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos hizo un oportuno llamado al ahorro mientras refuerza los proyectos para ampliar la infraestructura de acueductos, alcantarillado y trasvases de agua.
La Ley del Presupuesto para 2018 contempla un financiamiento cercano a los 500 millones de pesos, equivalentes a dólares según la tasa oficial, en aras de que el Instituto de referencia cumpla con sus principales encargos, porque la sequía puede retornar con toda su agresividad.