Por: Guillermo Alvarado
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, continúa su acostumbrada avalancha de mensajes por las llamadas redes sociales, donde distribuye insultos y desprecios a diestra y siniestra y se abre nuevos frentes, cuya acumulación se podría convertir en un serio inconveniente para su administración.
Algunas de sus más recientes florituras incluyen tratar a uno de los políticos del partido Demócrata más influyentes, Adam Schiff, miembro del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, de mentiroso y propalador de filtraciones de información reservada.
Trump aseguró que Schiff “sale de audiencias del comité a puerta cerrada para filtrar ilegalmente información confidencial", algo que podría incluso tener implicaciones judiciales si el legislador decidiese acudir a los tribunales en su defensa.
No contento con eso, el presidente llegó a decir que los miembros de la agrupación demócrata que no aplaudieron su discurso sobre el estado de la unión hace unos pocos días son traidores y parecieran no amar a su país, lo que abre una brecha casi insalvable con ese partido.
Las salidas de tono del jefe de la Casa Blanca son, no sólo más frecuentes, sino que también más preocupantes para sus cercanos colaboradores, entre ellos el Secretario de Estado, Rex Tillerson, quien inició una gira latinoamericana para tratar de resucitar la casi bicentenaria Doctrina Monroe y afianzar una alianza de algunos países con los intereses de Washington.
Como se recordará, la primera escala del jefe de la diplomacia estadounidense fue México, donde se apresuró a declarar que las relaciones están en su mejor momento, sólo para ser desmentido pocas horas después por su jefe, quien en otro de sus virulentos mensajes dijo que el vecino del sur no hace nada para frenar el trasiego de drogas hacia territorio norteamericano.
"¿Y qué están haciendo México y Colombia?; ¿qué están haciendo al respecto? Nada. Estos países no son nuestros amigos, saben, pensamos que son nuestros amigos y les enviamos asistencia masiva y ellos están enviando drogas a nuestro país y se están carcajeando de nosotros”, dijo Trump.
Tillerson, quien busca cómo consolidar un grupo de gobiernos sumisos y obedientes para atacar a las Revoluciones Bolivariana y Cubana, bien podría mandarle a su patrón un mensaje muy mexicano diciéndole: “no me ayudes, compadre”.
Pero ni ayuda, ni se deja ayudar, y así pudiera interpretarse el chantaje que le hizo al Congreso de su país, al advertir que la suerte de los “dreamers”, como se conoce a quienes emigraron siendo niños a estados Unidos y crecieron allí sin documentos, está ligado a la liberación de fondos para construir el muro en la frontera de México, barrera que calificó de desesperadamente necesaria.
Contra todas las banderas, contra el más elemental sentido común, Trump no parece conocer límites en su capacidad de abrirse frentes y dar pasos en falso, en una actitud que se mueve entre el ridículo y la más ominosa amenaza para la seguridad y el futuro de nuestra especie.