Por: Roberto Morejón
Las fricciones en la esfera comercial entre Estados Unidos y sus aliados llegaron a la crispación, por más que los asesores del presidente Donald Trump lograron desviar momentáneamente la atención mundial del asunto por la cumbre en Singapur.
Si bien la reunión entre los primeros mandatarios de Estados Unidos, Donald Trump, y de Corea del Norte, Kim Jong-un fue histórica, dejó abiertas interrogantes sobre el futuro.
Sin embargo, los colaboradores de Trump remarcaron la espectacularidad del hecho para hacer creer en las supuestas virtudes diplomáticas de su errático jefe, quien, días antes causó estragos en la reunión del Grupo de los 7.
Celebrado en Canadá, el inquilino de la Casa Blanca fue el último en arribar al encuentro y el primero en abandonarlo, sin suscribir la declaración final.
De esa forma llamó la atención sobre la magnitud de las divergencias con sus asociados, surgidas a partir de la imposición de altos aranceles a compras de aluminio y acero.
Trump ha declarado una guerra comercial a sus allegados fuera de fronteras, es decir, Canadá, México y la Unión Europea, conjunto al que se suma China, aunque NO sea un aliado de Washington.
En relación con México y Canadá, la Casa Blanca trata de obligarlos a aceptar sus exigencias en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Las asperezas entre Trump y el primer ministro canadiense, Justine Trudeau, ganaron primacía.
El magnate inmobiliario acusó a su vecino del Norte de hacer poco por reducir el déficit comercial, a favor de Ottawa, y trató al joven Premier de "muy deshonesto y débil". El visitante tuvo descortesías durante la cumbre en Canadá, enfatizó en sus políticas proteccionistas e hizo recordar a los atónitos interlocutores sus amenazas a los fabricantes de autos alemanes.
Los máximos representantes de Alemania y Francia respondieron al acusar a Trump de destruir la confianza colectiva.
Y un clima de cordialidad menoscabado genera efectos adversos sobre inversiones de empresas a niveles sectoriales y regionales. A estas alturas, expertos coinciden en destacar la ruptura, al menos temporal, de la asociación tradicional entre Estados Unidos, sus colaboradores europeos y Japón.
Bajo ese paraguas agujereado nadie parece quedar exento de las imprecaciones de un Trump proclive, según sus palabras, a dejar de comerciar con Estados que mantengan aranceles a las exportaciones de su país.
Es cierto que la beligerancia comercial entre Estados Unidos y varias naciones quizás NO llegue al extremo porque los unen muchos intereses, pero la pugna es una señal suplementaria de la crisis recóndita del orden neoliberal.