Por: Guillermo Alvarado
El vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, realizó su tercera gira por países de América Latina con el confeso propósito de recabar apoyo para las agresiones de su gobierno contra Venezuela, incluida la eventual variante militar, y confirmar la vigencia de la “Doctrina Monroe”, que se sintetiza en la frase América para los americanos....del norte.
Pence visitó Brasil donde se entrevistó con el golpista Michel Temer, punta de lanza de la ofensiva contra la Patria de Bolívar no sólo por su cercanía geográfica sino por la docilidad manifiesta hacia Washington de ese gobierno, impuesto por un parlamento venal y corrupto.
No hay que perder de vista que el Gigante Sudamericano se comprometió a entregar a Estados Unidos el control del Centro de Lanzamiento de Alcántara, cuyo manejo en la actualidad comparten la fuerza aérea local y el Programa Espacial Brasileño, y que junto a la de Kourou, en la vecina Guayana francesa, son las únicas de su tipo instaladas en territorio latinoamericano.
El segundo al mando en la Casa Blanca continuó su recorrido en Ecuador, cuyo gobierno encabezado por Lenin Moreno se muestra proclive a cobijarse de nuevo bajo la hegemonía imperial y sumarse a sus programas injerencistas.
Considerada como una muestra de arrogancia e hipocresía fue la tercera escala de Pence en suelo guatemalteco y su entrevista con el desprestigiado presidente Jimmy Morales y su homólogo de Honduras, Juan Orlando Hernández.
La visita coincidió con la crisis creada por la separación de familias indocumentadas en la frontera entre México y Estados Unidos. La mayoría de esos niños eran guatemaltecos, hondureños y salvadoreños, tema que estuvo ausente en el periplo.
Se trató de una gira monroista concebida y ejecutada para afincar la hegemonía sobre una región que considera su traspatio desde que esa doctrina se creó en 1822.
Dicho texto, atribuido a John Quincy Adams cuando era secretario de Estado, y presentado por el entonces presidente James Monroe al Congreso, establece que cualquier intervención extracontinental en América Latina y El Caribe es considerada como una amenaza para la seguridad nacional estadounidense.
Primero se utilizó para rechazar cualquier eventual intento de recolonización europea, luego de la II Guerra Mundial el argumento del monroismo fue frenar la llamada “expansión” de la ideología comunista soviética, y en nuestros días es simple y llanamente para combatir gobiernos nacionalistas, soberanos y progresistas o atacar cualquier atisbo de integración regional que excluya al imperio norteño.
Esa, y no otra, es la razón de los ataques de más de medio siglo contra Cuba tras el triunfo de la Revolución, de la guerra económica hacia la Venezuela chavista y de los intentos de desestabilización en la Nicaragua sandinista.
A Washington no le importan en absoluto el bienestar o desarrollo de nuestros pueblos, le importan nuestras riquezas naturales, geopolíticas y energéticas y de eso se trata la lucha hoy día, de mantener la soberanía, la cultura, identidad y raíces que nos hacen ser lo que somos, unidos en nuestra enorme diversidad.