Por Guillermo Alvarado
Olvidada por los grandes medios de información occidentales, de la guerra en Yemen se van conociendo algunas noticias de cuando en cuando, todas ellas terribles, como la denuncia de la organización humanitaria Save The Children de que por lo menos cinco millones de niños están al borde de la hambruna en ese país.
En realidad no se trata de una novedad porque hace poco la directora ejecutiva del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Henrietta Ford, aseguró que en la nación árabe ocurre la peor crisis humanitaria de la actualidad.
Ahora, la principal responsable de Save the Children, Helle Thorning-Schmidt, confirmó esta terrible realidad cuando narró que durante su visita a uno de los pocos hospitales activos en el norte de Yemen encontró infantes que estaban tan debilitados que no podían ni siquiera llorar.
La guerra en ese país comenzó cuando una insurrección liderada por fuerzas huties derrocó al presidente Abdo Rabbuh Mansur Hadi, quien buscó apoyo en Arabia Saudita, desde donde pretende gobernar en un dorado exilio. La situación se agravó en 2015 cuando la monarquía saudita, con el apoyo de Estados Unidos y otras potencias, inició bombardeos masivos contra Yemen que destruyeron prácticamente toda la infraestructura sanitaria y educativa. La economía colapsó e incluso no hay cómo pagarle a los médicos, enfermeros o profesores que en medio de grandes dificultades continúan prestando sus servicios.
Por lo menos 22 de los de los 28 millones de habitantes dependen para sobrevivir de la ayuda humanitaria, que entra a cuenta gotas debido al cerco que la coalición atacante mantiene sobre los principales puertos.
Por si las desgracias de la guerra fuesen pocas, la precaria situación en los enormes campamentos de refugiados propició la aparición de una epidemia de cólera que afecta a casi un millón de personas y fue calificada como la más grave de todo el orbe en la actualidad.
Las escasas mercancías que ingresan al país lo hacen por el puerto de Al Hudeida, actualmente en manos de los hutíes y bajo constante ataque de las fuerzas armadas saudíes, que hacen temer un colapso total de la instalación, lo cual agravaría aún más las condiciones de vida de las personas.
Con una economía totalmente desplomada, los precios se incrementaron en 68 por ciento desde el inicio del conflicto, mientras la moneda nacional se devaluó en 180 puntos, lo que convierte en inaccesibles los alimentos y otros productos para la mayoría de las personas, carentes de ingresos por la falta de empleos.
Aunque haya suministros, en la práctica esto es inoperante porque la gente es incapaz de pagar los elevados precios del pan, huevos, o leche, denunció Save the Children, una de las pocas organizaciones humanitarias presentes en el país.
Ante la indiferencia de la opinión pública internacional, millones de niños yemenitas no saben cuándo o qué van a comer de nuevo, una situación propia de la edad media pero intolerable en el siglo XXI de la historia moderna de la humanidad.