Por: Guillermo Alvarado
Por lo menos dos mil 700 millones de mujeres en todo el mundo enfrentan severas restricciones para acceder a puestos de trabajo similares a las de los hombres, o con iguales salarios y prestaciones, a pesar de tener igual preparación, reveló un informe elaborado por el Banco Mundial.
La entidad, que curiosamente es una de las que con sus políticas más ha contribuido a profundizar las desigualdades, señala que hay países donde se impide que las féminas ejecuten ciertas actividades, otros donde no existe ninguna legislación que las proteja del acoso sexual en el lugar del trabajo, e incluso algunos donde el esposo puede prohibir legalmente que ellas trabajen.
Señala la investigación que en Asia oriental y el Pacífico, Oriente Medio y el norte de África, Asia meridional y África subsahariana, las mujeres prácticamente no tienen acceso al crédito, por lo que difícilmente pueden aspirar a iniciar algún tipo de empresa familiar que les permita mejorar sus condiciones de vida.
Jim Yong Kim, quien la víspera dejó oficialmente su cargo en la presidencia del Banco Mundial, recordó que cuando las mujeres logran incrementar sus ingresos para participar de una manera activa en la economía, todos salen beneficiados, incluso más allá del entorno familiar.
Hay que señalar, sin embargo, que la investigación de esta entidad no revela nada nuevo porque las mujeres han estado muchas veces relegadas a tareas no remuneradas o puestos sin mayor relevancia económica.
Son, en realidad, pocos países, entre ellos Cuba, donde el acceso a puestos de trabajo en plena igualdad de derechos y salarios, con independencia del género, son una realidad plena.
Cuando se analizan las estadísticas de desempleo, o sub empleo, por ejemplo, en la mayoría de las naciones el sector femenino es el más afectado, situación que se repite en las llamadas actividades laborales no remuneradas, como las tareas domésticas.
No se vaya a creer que se trata de un fenómeno exclusivo del mundo pobre, ese al que eufemísticamente se le llama “en vías de desarrollo”.
En la Unión Europea el sector laboral femenino engrosa las filas del paro y son también la mayoría de las víctimas de los contratos a tiempo parcial o con salarios reducidos, modalidades estimuladas por muchos gobiernos para disfrazar sus estadísticas de desempleo.
Aun en el caso de quienes logran obtener un puesto, las disparidades parecen inevitables. De acuerdo con datos oficiales existe en todo ese bloque continental una brecha salarial entre hombres y mujeres del 16 por ciento en tareas que exigen el mismo esfuerzo e idéntica preparación.
Otro dato abrumador es que las diferencias salariales se incrementan hasta el 36,6 por ciento cuando se llega a la jubilación.
Es un largo trecho el que falta para una efectiva igualdad de género, y poco el tiempo hasta 2030 cuando la humanidad aspira a cumplir los objetivos de desarrollo, que serán una quimera mientras unos tengan o ganen más que otros, sencillamente por razón de su sexo.