Por: Guillermo Alvarado
El gobierno del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no ha logrado, o quizás no ha intentado, abandonar aquella vieja costumbre de pretender ser el árbitro mundial en materia de derechos humanos y otorgar a su absoluto albedrío sanciones y premios a una comunidad internacional que, por lo regular, no ha pedido su opinión.
Así volvió a ocurrir una vez más en estos días cuando con un guión que huele a rancio, el Departamento de Estado publicó un informe donde evalúa a 200 países.
Daría mucha risa, de no tratarse de un asunto grave, porque puede ser utilizado como argumento para ensayar una agresión punitiva, leer en el texto que en Cuba, Nicaragua y Venezuela se cometen masivas violaciones a los derechos humanos. Más aún, el secretario norteamericano de Estado, Mike Pompeo, tuvo el atrevimiento de decir que Cuba es la “potencia imperialista” en Venezuela.
Sin ninguna prueba, porque no la hay, se dice que en Venezuela abundaron en el año matanzas extrajudiciales, tortura, brutales condiciones carcelarias, violación de las libertades de expresión y de prensa, fraude electoral, corrupción, impunidad, tráfico de personas y trabajo infantil.
Si se cambia el nombre de Venezuela por el de Colombia, entonces ese texto comenzaría comenzaría a parecerse mucho más a la realidad, porque allí si ocurren ese tipo de atrocidades sin que sean un secreto para nadie, pero uno no va a esperar que Pompeo le de un arañazo a uno de sus niños mimados.
El estrabismo diplomático de Mike Pompeo se puede comprobar en sus ataques contra Nicaragua, donde acusa al gobierno del presidente Daniel Ortega de haber cometido graves abusos durante las protestas ocurridas allí en 2018.
Lo que pasó fue exactamente al revés: los militantes sandinistas, miembros de los órganos de seguridad, funcionarios menores del gobierno y civiles inocentes fueron víctimas de los grupos violentos que tomaron posesión de las calles en marchas organizadas y financiadas desde Washington.
Ni una sola palabra, por ejemplo, sobre los miles de civiles sirios que fueron alcanzados por la metralla lanzada por una coalición internacional encabezada por Estados Unidos que, más que parar la guerra, parece brindar protección a las bandas terroristas.
Silencio absoluto sobre los miles de mujeres asesinadas cada año en Honduras o Guatemala, donde las temibles maras -organizadas en Estados Unidos, por cierto - mantienen de rodillas a la población.
Como le recordó el ministro Cubano de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, Estados Unidos carece por completo de autoridad moral para hablar de derechos humanos.
El país norteño, dijo el ministro cubano, "discrimina a las minorías, hace más pobres a los pobres, priva a millones de ciudadanos al voto, viola los DD.HH. de los migrantes y abundan casos de abuso sexual a menores en custodia de las autoridades".
Cuándo se tienen tantos defectos, señor Pompeo, ¿qué hace usted buscando los que puedan tener los demás?