Por María Josefina Arce.
Ha transcurrido poco más de un año de la matanza en la secundaria de Parkland, Florida, y todavía se hacen sentir las consecuencias de aquella triste jornada del 14 de febrero de 2018, cuando murieron 17 personas, entre estudiantes y profesores, y otras 14 fueron hospitalizadas.
En los últimos días un segundo sobreviviente de Parkland se suicidó. La tragedia tuvo lugar a una semana de que una joven de 19 años, que había salido con vida del tiroteo, se quitara la vida agobiada por la culpa de haber sobrevivido.
Parkland como muchas otras masacres en Estados Unidos han dejado una profunda herida en la sociedad norteamericana, que cada día es sacudida por lamentables sucesos que involucran armas de fuego.
Solo en 2018 se registraron más de 330 tiroteos en territorio norteamericano, según datos oficiales.
Tras el suceso de Parkland se inició un amplio movimiento estudiantil para pedir el control de este tipo de armamento, un tema que siempre sale a la palestra tras un hecho de esta índole.
Jornadas de protestas se sucedieron en todo el territorio nacional en demanda de la prohibición de las armas de asalto, un mayor control de los antecedentes de los posibles compradores y el desarme de quienes presenten señales de advertencia sobre un posible comportamiento violento.
Lo cierto es que el tema divide a la sociedad norteamericana, pues aunque son muchos los que abogan por un mayor control, también son numerosos los que defienden su derecho constitucional a portar esos artefactos.
Hasta el momento poco se ha logrado. Si bien algunos estados, incluido Florida, implementaron algunas tímidas medidas, las leyes federales no responden a la gravedad de la situación. Los expertos advierten que la Asociación Nacional del Rifle rechaza cualquier ordenanza que pudiera ampliar los controles.
El ex presidente Barack Obama chocó una y otra vez con la resistencia de los republicanos en el Congreso para introducir cambios que permitieran un mayor control.
Y es que es larga la lista de políticos estadounidenses comprometidos con la poderosa Asociación Nacional del Rifle, que ha financiado campañas electorales de congresistas, gobernadores e incluso presidentes.
Ese es el caso del actual mandatario Donald Trump, que apoyado por esa organización en su campaña para llegar a la Casa Blanca, siempre ha sido un fiel defensor de la segunda enmienda de la constitución, que reconoce el derecho a portar armas.
Pero la cada vez mayor tenencia de armamentos entre los ciudadanos está infligiendo profundas heridas en la sociedad. En 2017 unos 40 MIL norteamericanos murieron en hechos asociados con armas de fuego, lo que representa un aumento de más de diez MIL muertos con respecto a 1999.
De acuerdo con estadísticas oficiales, en Estados Unidos hay alrededor de 393 millones de armas en manos de civiles, lo que representa un riesgo para toda la sociedad, que reclama un cambio que ponga coto a la cada vez más frecuente ocurrencia de hechos vinculados con armas de fuego que sacuden al país.