Por María Josefina Arce
Polémicos han sido los primeros cien días de mandato del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, cuyo gobierno ha sido valorado como el peor desde que la democracia retornó a Brasil en 1985.
Un sondeo de la firma Atlas Político dado a conocer en los últimos días reveló que el 31, 2 por ciento de los encuestados consideró su gestión como mala, mientras que más del 22 por ciento la califica como pésima.
Gran admirador de su homólogo norteamericano, Donald Trump, sus primeras acciones tanto en el ámbito interno como internacional han sido ampliamente criticadas por la mayoría de la sociedad brasileña
Además, una serie de escándalos, incluidas las transacciones financieras ilegales que involucran a uno de sus hijos, han dañado esa imagen que pretendió vender de luchador contra la corrupción.
Su gabinete es un rosario de militares y de controvertidas figuras. Hasta hace unas horas era su ministro de educación, Ricardo Vélez, quien había elogiado al narcotraficante colombiano Pablo Escobar.
Por demás, su titular de Justicia es el conocido juez Sergio Moro, quien llevara tras las rejas al ex presidente Luis Inacio Lula Da Silva por supuestos hechos de corrupción y que sirvieron para quitar del camino al líder de la izquierda en los comicios del pasado año.
Sumamente criticadas fueron también las declaraciones de Bolsonaro sobre la dictadura militar en Brasil, cuya existencia negó y llamó a celebrar entre los uniformados.
En el plano nacional dio luz verde a la tenencia de armas, lo que añade un nuevo elemento para el incremento de la violencia en la nación sudamericana, que ya registra altos índices en ese aspecto.
En lo económico Brasil sigue consolidando su política neoliberal, retomada tras la llegada a la presidencia de manera fraudulenta de Michel Temer, luego de un golpe parlamentario contra Dilma Roussef, del Partido de los Trabajadores.
Bolsonaro ha seguido el camino de Temer y ha hecho de las privatizaciones y el recorte de los gastos públicos para sanear las finanzas un propósito de su mandato.
De hecho en marzo pasado se subastaron 12 aeropuertos y se licitó un tramo de la vía férrea Norte-Sur.
En cuanto al ámbito internacional, Bolsonaro se ha encargado de echar por tierra la política exterior brasileña de fomentar las relaciones con sus vecinos y profundizar la integración y la cooperación Sur-Sur.
Ha hecho suyo con entusiasmo los planes norteamericanos contra el legítimo gobierno de Venezuela. De hecho reconoció y se entrevistó en territorio brasileño con el autoproclamado presidente Juan Guaidó, desconociendo al constitucional gobierno de Nicolás Maduro, elegido en las urnas.
También se ha prestado a los intentos norteamericanos y de la derecha de minar la unidad de Latinoamerica. Es uno de los fundadores de PROSUR, que busca eliminar a UNASUR, Unión de Naciones Suramericanas, que nació sin la injerencia de Estados Unidos.
Muchos más son los desaciertos de Bolsonaro en estos primeros cien días de
mandato, que han llevado a que su gestión sea calificada como una de las peores y su aceptación entre los brasileños siga cayendo.