Por: Guillermo Alvarado
El Parlamento del estado norteamericano de Florida, ese mismo por el cual Marco Rubio es senador, aprobó una ley que permite a los maestros portar un arma de fuego dentro del salón de clases, con el absurdo pretexto de que de esa manera se evitarán nuevos tiroteos en los recintos escolares.
Los educadores que de manera voluntaria se sumen a esta iniciativa deberán que pasar un curso de adiestramiento de 144 horas, a todas luces insuficientes para que una persona domine las técnicas indispensables del manejo de un artefacto letal.
De esta manera, en lugar de hallar una solución realista al problema de la violencia armada en las escuelas, lo que se está haciendo es abrir la puerta para todo tipo de accidentes.
Como advirtió Val Demings, antiguo jefe de policía de la ciudad de Orlando, el verdadero camino es mantener estos instrumentos mortales fuera del alcance de manos nefastas. El también represente por el partido Demócrata agregó que armar a los maestros es la receta de una tragedia.
Los tiroteos en escuelas estadounidenses, protagonizados por alumnos o antiguos estudiantes se han convertido en una epidemia que ha dejado decenas de fallecidos y heridos.
En lugar de buscar otras opciones, la iniciativa de armar a los educadores convierte a estos lugares en polígonos de tiro e incrementa la incertidumbre de los padres sobre los riesgos de llevar a sus hijos a la escuela.
Muy lejos quedan aquellos tiempos en que los centros escolares eran templos del conocimiento, donde el maestro inspiraba un profundo respeto porque abría los caminos a la sabiduría.
Ahora será poco más que un policía mal entrenado, es decir un potencial peligro para aquellos mismos que acuden al aula.
La idea de armar a los docentes la expresó el presidente Donald Trump tras la matanza del 14 de febrero de 2018 en el liceo Marjory Stoneman Douglas, de Parkland, cuando un alumno pertrechado con un fusil AR-15 mató a 17 personas y causó heridas a otras 15.
Es verdad que es urgente terminar con estas carnicerías, pero es ridículo pensar que se puede combatir la violencia generada por las armas de fuego, poniendo precisamente más armas en circulación.
Florida se sumó así a los estados de Georgia, Kansas, Dakota del sur, Tennessee, Texas y Wyoming, que tienen leyes semejantes, para beneplácito de fabricantes y vendedores de armas, verdaderos mercaderes de la muerte que consideran que una vida humana vale menos que una pistola o un fusil de asalto.
