Por: Guillermo Alvarado
Se conmemora este 8 de mayo el aniversario 74 de la rendición del ejército alemán ante las potencias occidentales, que marcó el fin de la II Guerra Mundial en Europa, sin duda alguna el conflicto más sangriento y cruel que ha conocido la humanidad a lo largo de toda su historia moderna.
La conflagración causó pérdidas incalculables desde todos los puntos de vista, tanto por el número de víctimas, alrededor de 70 millones de personas, como por los gastos extraordinarios ocasionados y la desaparición de invaluable patrimonio material y espiritual.
Participaron en total 61 países con una población en su conjunto de mil 700 millones de habitantes, lo que significa una tercera parte del total que había en el planeta en la segunda mitad del siglo pasado.
El costo más elevado lo pagó la entonces Unión Soviética, que vio desaparecer a unos 25 millones de seres humanos y más de la tercera parte de su riqueza nacional en un extraordinario sacrificio que le permitió jugar un papel determinante en la derrota de los nazis.
Buena parte de Europa quedó devastada y la firma de la rendición alemana aquel 8 de mayo de 1945 dio a algunos la esperanza de que esa brutal guerra, cuyo epílogo se iba a desarrollar en el Pacífico, serviría al menos para poner fin a todas las guerras.
Hubo quienes pensaron que una nueva etapa de paz podría abrirse para la humanidad luego de que el hombre se sorprendiese por su propia capacidad de destrucción, pero ese sueño duró muy poco tiempo, apenas días.
Tres meses después, el 6 y el 9 de agosto, nuestra especie entró en efecto en una nueva era, pero esta de un profundo terror cuando el fuego atómico cayó sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, en un ejercicio brutal de prepotencia de Estados Unidos bajo el pretexto de poner fin definitivamente a un conflicto ya terminado.
Nada aprendimos de la segunda carnicería universal, como no sea afinar y perfeccionar los métodos para matar, aniquilar y dominar y los años transcurridos hasta hoy son una muestra de ello.
Es verdad que se creó la Organización de las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad para regular las relaciones entre los pueblos y las naciones, pero sus esfuerzos han sido estériles en la mayoría de los casos.
Ocuparía un grueso volumen reseñar las guerras que han ocurrido desde entonces, pero basta con señalar que en las más crueles de ellas Estados Unidos ha jugado un papel nefasto, ya sea como instigador o principal protagonista.
Este 8 de mayo en algunos lugares se celebrará la derrota de la Alemania nazi, pero ojalá en todo el mundo fuese más bien una jornada de reflexión de lo poco que hemos avanzado en el principal reto de la humanidad, que es la paz y la convivencia armónica entre todos sus miembros.