Por: Guillermo Alvarado
La medida del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de enviar a mil 500 militares adicionales a la región del Golfo Pérsico para una supuesta tarea de protección a las fuerzas ya acantonadas allí, hizo subir un escalón más a la peligrosa tensión en ese punto caliente del planeta.
Desde que ocupó la Casa Blanca, el jefe de Estado norteamericano se ha dedicado a echar más leña al fuego de las complejas relaciones con la República Islámica de Irán, víctima de una sucesión de agresiones económicas, políticas y financieras.
En 2015 tras el esfuerzo de muchos gobiernos preocupados por un eventual conflicto armado, que podría convertirse en un enfrentamiento regional con carácter nuclear, lograron firmar un acuerdo con Teherán que puso paños fríos a la delicada situación.
El Plan Integral de Acción Conjunta, como se denominó el pacto, preveía el cese de todas las sanciones contra Irán, a cambio de que la nación persa limitara el enriquecimiento de uranio a un porcentaje por debajo del que permitiría fabricar una bomba nuclear.
Además se modificaría el reactor de agua pesada de Arak y se abrirían las instalaciones a la supervisión programada de la Organización Internacional de la Energía Atómica.
El acuerdo fue rubricado por Irán y los países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, más Alemania y según los organismos especializados, ambas partes cumplieron estrictamente sus obligaciones.
Sin embargo, las cosas cambiaron con el arribo de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, que comenzó por exigir a Teherán concesiones no incluidas en el pacto, hasta su abandono unilateral del tratado el 8 de mayo de 2018.
Exactamente un año después aplicó un estricto boicot al comercio iraní de petróleo y envió una fuerza militar al Golfo Pérsico, con el portaaviones Abraham Lincoln, bombarderos B-52 y una batería de misiles Patriot.
Instaló, asimismo, en el estrecho de Ormuz, muy cerca de Irán, el portaaviones USS Arlington. No contento con estas demostraciones de fuerza, Trump declaró al Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica como una organización terrorista.
Todo con el aplauso de Israel, que sí tiene bombas nucleares y jamás ha sido inspeccionado por organismo alguno para verificar la cantidad y potencia de sus arsenales.
Estados Unidos es el único responsable de lo que pueda ocurrir en el golfo, como lo fue en su momento el nazismo alemán del desencadenamiento de la II Guerra Mundial, con la diferencia de que ahora no es la dominación de nuestra especie la que está en juego, sino su vida misma.