Por: Roberto Morejón
El gobierno constitucional de Venezuela es blanco de una campaña encabezada por Estados Unidos y su subordinado Grupo de Lima para cuestionar su legitimidad, la que, no obstante, acaba de reafirmarse en la ONU.
La Asamblea General aceptó la documentación del gobierno del primer mandatario Nicolás Maduro como único representante de Venezuela ante el organismo multilateral.
Se trata de una decisión saludada por el gobierno venezolano al zanjarse una pretendida dicotomía forzada por el espurio presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó.
Si bien un puñado de gobiernos fundamentalmente de derecha secundaron el show del impostor, lo cierto es que la mayoría de los 193 Estados con asiento en la ONU mantuvieron sus vínculos con el gobierno de Maduro y desconocieron a los representantes de Guaidó.
No era para menos, pues de enero a hoy, la imagen apócrifa del autoproclamado presidente encargado y titular de la opositora Asamblea Nacional, en desacato, se quebró estrepitosamente a pesar de la ayuda brindada por las transnacionales de la información.
Dados sus vínculos con paramilitares colombianos, rencillas con otros opositores y servilismo ante su mentor, el secretario norteamericano de Estado, Mike Pompeo, el autopropulsado “estadista” fue objeto de crecientes apremios.
Capaz de demandar una intervención militar extranjera en su país, de Juan Guaidó esperan sus cómplices cualquier maniobra turbia, como la de alterar el reglamento de la Asamblea Nacional opositora para asegurar su reelección el próximo día 5.
El Tribunal Supremo de Justicia declaró nula y carente de efectos políticos la treta del subordinado de Pompeo en Venezuela.
Guaidó ha sido señalado por seguidores como uno de los beneficiados con la llamada ayuda humanitaria entregada a los adversarios de Maduro.
Con una creciente merma de su ficticia aureola diseñada en Washington, Guaidó todavía tiene pendiente rendir cuentas por su papel en el frustrado golpe de estado del 30 de abril, cuando apareció junto al fugado cabecilla Leopoldo López y un grupo reducido de militares amotinados.
Mientras Guaidó suma reveses, el gobierno constitucional de Venezuela resiste junto a su pueblo las brutales sanciones que provocaron, inevitablemente, escaseces materiales.
Por supuesto, sería un error ignorar los riesgos de la Revolución Bolivariana ante la agresividad de Estados Unidos, los intentos de desestabilización promovidos por gobernantes de derecha y una ofensiva para mostrar a Venezuela como un país donde se violan los derechos humanos.
Los venezolanos conocen esos peligros y permanecen en vigilia.