Por: Maria Josefina Arce
Casi veinte años de dictadura militar con un injusto modelo económico que se intentó vender como exitoso y un retorno a una supuesta democracia que mantuvo viejos mecanismos e intensificó esa política neoliberal dio como resultado un Chile desigual.
Un Chile que se ha lanzado a las calles, cansado de un sistema que no ha logrado dejar atrás los tiempos oscuros y complejos del general Augusto Pinochet y continúa favoreciendo a los más ricos.
Tres meses se han cumplido del estallido social que ha puesto sobre la mesa las complejidades e interioridades de una nación de peligrosas similitudes con el pasado.
El Chile de los últimos meses ha recordado el de hace más de 30 años, en el que la represión y la violación de los derechos humanos formaban parte de la cotidianeidad de sus ciudadanos.
Y fue la represión violenta la que caracterizó nuevamente el accionar de los carabineros contra los chilenos que este fin de semana recordaron el 18 de octubre, cuando miles de jóvenes rechazaron el aumento del pasaje del metro de Santiago, la capital, y dieron inicio así a las protestas de estos últimos noventa días.
Una nueva Constitución, que incorpore el derecho a una educación gratuita, un empleo digno y a una atención sanitaria de calidad, pasó a ser uno de los reclamos de las multitudinarias manifestaciones, que no han cesado en territorio chileno.
También se ha escuchado con fuerza la demanda de la renuncia del presidente Sebastián Piñera, que aunque cedió a la presión popular de un cambio en la Carta Magna, no reconoce que el estallido de las protestas está en la desigualdad existente.
Que Piñera deje la presidencia continúa siendo una exigencia de los chilenos, que no aprueban su gestión. Encuestas de opinión revelan que solo un seis por ciento de los ciudadanos está de acuerdo con el accionar del multimillonario mandatario.
Los resultados del estudio de diciembre pasado arrojaron que el 81 por ciento de los consultados estima que el gobierno actuó mal o muy mal ante el estallido social, al tiempo que igual cifra indica que nada justifica que los carabineros disparen balines de goma o perdigones para dispersar las manifestaciones.
Veintisiete muertos, más de tres MIL 600 heridos, de ellos 405 con lesiones oculares y 191 delitos de violencia sexual es el saldo del excesivo uso de la fuerza por los carabineros durante las masivas protestas, de acuerdo con el Instituto Nacional de Derechos Humanos de la nación austral.
Chile despertó a esa desigual distribución de la riqueza, que ha llevado, de acuerdo con estudios, a que un 20 por ciento de su población sea pobre, además de que no tiene garantizado un acceso a la salud y educación, servicios básicos en su mayoría privatizados.
Hoy Chile reclama con fuerza sus derechos, esos derechos que le han sido negados durante décadas.