Por: Guillermo Alvarado
África, un continente donde se concentran elevados indicadores de pobreza, hambre y fragilidad institucional, podría pagar una pesada factura si la pandemia de la Covid-19 se ensaña allí con la misma fuerza que lo hizo en China, Europa occidental o Estados Unidos.
Un estudio presentado la víspera por la Unión Africana señala que cerca de 20 millones de empleos, tanto en el sector formal como en el informal, serían destruidos si la crisis sanitaria se agrava y perdura. Además la deuda de la mayoría de los países se elevaría notablemente.
El documento presenta dos escenarios, uno denominado “realista” que prevé la duración de la pandemia hasta julio, lo que causaría efectos negativos moderados. El otro, considerado “pesimista”, estima una prolongación hasta agosto, con severas consecuencias económicas y sociales.
Según el Centro Africano para el Control de Enfermedades, en 51 países está presente el nuevo coronavirus, con un total hasta el lunes de nueve mil 390 casos confirmados y 445 fallecidos, pero las cifras pueden ser superiores.
Se trata, en todo caso, de una región muy vulnerable. Con el 16 por ciento de la población mundial, apenas representa el uno por ciento del gasto en servicios de salud. Como promedio, tiene dos médicos por cada 10 mil habitantes, cifra irrisoria para hacer frente a una enfermedad como ésta.
Es verdad que algunos países están en mejor situación que otros, pero éstos mismos tienen fuertes factores en contra, como ocurre en Sudáfrica, por citar un ejemplo, donde es muy elevado el número de personas que padecen sida, o viven con el virus de la inmunodeficiencia humana.
Otro dato adverso es la presencia de otras enfermedades de alta letalidad, como la malaria, que cada año mata a unas 400 mil personas.
Quizás su principal fortaleza sea contar con el promedio de población joven más elevado del mundo. En el África subsahariana la media de sus mil 100 millones de habitantes ronda los veinte años y apenas el 3 por ciento está por encima de los 65, frente al 20 por ciento de Europa.
Además muchos gobiernos han tomado medidas drásticas, cerraron sus fronteras y aeropuertos, llevaron casi a cero el turismo y en la medida de lo posible exigen a sus pobladores mantener el aislamiento social.
Los peligros, sin embargo, son altos y muy fuertes y las opciones de recibir ayuda escasas. Ya la Unión Europea demostró de lo que está hecha, lo mismo que Estados Unidos, sobre todo este último, que prefirió gritar ¡sálvese el que pueda!, en lugar de socorrer a sus semejantes.
