Por: Guillermo Alvarado
Gran preocupación existe entre investigadores, antropólogos y médicos por el impacto que puede tener entre los pueblos indígenas de nuestro continente la pandemia de Covid-19, toda vez que se trata de grupos vulnerables por la marginación, pobreza y abandono en que son forzados a vivir.
Estadísticas de la ONU cifran a esa población en 50 millones de personas pertenecientes a unos 500 grupos étnicos, distribuidos en todo el continente con mayor presencia en México, Guatemala y el resto de Centroamérica; así como en Perú, Ecuador y Bolivia.
De acuerdo con la CEPAL, la discriminación estructural que sufren, el empobrecimiento por el despojo sistemático de sus territorios y la pérdida de las formas de vida tradicionales, los obstáculos para la participación política y el racismo persistente, impactan negativamente en la salud de estos pueblos.
La Covid-19 podría ensañarse con ellos, como lo hicieron las enfermedades traídas por los conquistadores europeos a partir del siglo XV.
Así me hizo reflexionar un documento enviado por la buena amiga y lectora Floridalma Ixtabalán García, editado por el Instituto de Estudios Interétnicos y de Pueblos Indígenas de la Universidad de San Carlos de Guatemala que, con motivo de la actual pandemia, nos refiere a lo ocurrido 500 años atrás.
Las enfermedades fueron los principales aliados de los conquistadores para derrotar a los pueblos y civilizaciones que prosperaban en este continente.
El estudio al que me refiero, escrito por la profesora Lina Barrios, se basa en las inscripciones contenidas en el libro Anales de los Kakchiqueles, o Memorial de Sololá, escrito en el siglo XVI, y compilado magistralmente por el historiador guatemalteco Adrián Recinos.
Para su consulta acudí a la edición de Casa de Las Américas de 1972, por cierto, con un precioso prólogo y notas de Manuel Galich. Describen los autores en el párrafo 127 estos horrores: “He aquí que durante el quinto año apareció la peste ¡oh, hijos míos! Primero se enfermaban de tos, padecían de sangre de narices, de mal de orina. Fue verdaderamente terrible el número de muertes que hubo en esa época”.
Como si fuese una crónica de nuestros días, agregan: “Poco a poco grandes sombras y completa noche envolvieron a nuestros padres y abuelos y a nosotros también ¡oh, hijos míos! Cuando reinaba la peste”.
Cuatro veces la terrible viruela diezmó a la población indígena en Guatemala. Como le ocurre hoy al mundo ante el SARS-CoV-2, ellos no tenían defensas ante una enfermedad desconocida.
Tampoco las tienen ahora, por lo que no resulta ocioso llamar a gobiernos e instituciones para hacer un esfuerzo extraordinario y salvar así las vidas de quienes tantas veces lo han perdido todo.