Por: Roberto Morejón
Nadie debería interpretar como actos hostiles la reciente transacción petrolera entre Venezuela e Irán.
Sin embargo, Estados Unidos trató de intimidar a ambos interlocutores por insistir en el ejercicio de un derecho soberano.
Esa práctica NO es otra que la compra y venta de productos, en este caso gasolina y aditivos para la industria petrolera del país sudamericano.
La administración de Donald Trump enarboló nuevamente su garrote, amparado en su arsenal de sanciones contra un grupo creciente de países, para tratar de impedir la venta de crudo de la nación persa a la sudamericana.
Lo hizo porque NO puede asumir que dos Estados sometidos a brutales sanciones acudan a un intercambio mutuamente ventajoso.
En Washington han apostado por quebrar la resistencia de Venezuela e Irán con un manojo de pretextos y pretenden que el resto del mundo les siga los pasos.
Caracas y Teherán se oponen a tales apremios y defendieron su derecho a comprar y vender y a la solidaridad en momentos difíciles.
Hablamos de dos países expuestos a ataques insospechados incluyendo los armados.
El propio Trump admitió haber ordenado a principios de año el asesinato del general Qasem Soleimani, una de las principales figuras del gobierno iraní.
Hace pocas semanas, Venezuela fue objeto de un intento de invasión por desertores y mercenarios entrenados en Colombia.
La instrucción de los forajidos corrió a cargo de ex boinas verdes estadounidenses, enrolados en una compañía de los llamados contratistas, nombrada Silvercorp, asentada en territorio del Norte.
Las transnacionales de la información se hicieron poco eco de las denuncias de ambos países sobre tan graves hechos, para cubrir con un manto de impunidad al agresor.
Sin embargo, reiteran hasta el cansancio que Venezuela e Irán están liquidados económicamente, sin asociarlo con el peso de las devastadoras medidas punitivas de la primera potencia militar del mundo.
Los mismos que manipulan esas realidades ahora secundan la óptica de los camorristas que rodean a Trump, al hablar de un supuesto eje estratégico Irán-Venezuela, peligroso, dicen ellos, para la región.
NO hay riesgo proveniente de esos países, pues solo apelan al derecho soberano de todos de comprar y vender.
La contingencia para América Latina NO viene de Caracas o Teherán sino de los navíos de guerra despachados por Trump al Caribe, muy cerca de Venezuela, con el pretexto de combatir el narcotráfico.