Por: Roberto Morejón
Con la pandemia bajo control, los cubanos saben que junto al venidero desconfinamiento gradual NO abundarán los alimentos en los mercados, pues la crisis mundial complica las importaciones.
El impacto de la COVID-19 en la economía global y la consiguiente desarticulación del comercio presionan sobre la disponibilidad de nutrientes y sus precios.
Los países pobres, como Cuba, deben hacer malabares con sus limitadas arcas para hallar alimentos en otras latitudes.
Aquí hay limitaciones financieras acentuadas porque Estados Unidos recrudeció el bloqueo.
En consecuencia, la mayor de las Antillas debe colocar su atención, más que nunca, en su agricultura.
A enaltecer el papel de los municipios, otorgarles autonomía y aumentar allí sembrados y rendimientos llamó el gobierno cubano en los últimos meses, incluso antes de desatarse los efectos causados por el SARS-COV-2.
Evocar como horizonte que los municipios sean sustentables en la rama alimentaria constituye un principio nuevo necesitado de creadores, estrategas y sobre todo de mano de obra y asesoría técnica.
Ese apoyo existe en la agricultura al contar con más de 68 mil graduados en diferentes especialidades.
Para encumbrar al territorio en la base en la generación de nutrientes también resulta crucial organizar mejor los procesos productivos y potenciar fertilizantes orgánicos así como la habilidad campesina.
Con todos esos factores y NO con abundante financiamiento, petróleo y fertilizantes aspira Cuba a incrementar las plantaciones con cultivos de ciclo corto y de largo plazo como frutas y granos.
El vicepresidente de la República , Salvador Valdés Mesa, destacó recientemente que las siembras en el país crecieron, pero llamó a incrementarlas.
Con énfasis apeló a ese renglón tan socorrido en la mesa de los cubanos como la yuca, para sustituir ---dijo--- importaciones de trigo, soya y maíz en meses venideros.
Se trata de renglones tradicionalmente priorizados en las importaciones, ahora frenadas ante las secuelas de la pandemia en las arcas de la mayor de las Antillas.
Por lo tanto, de aquí al final del año y más allá debe aplicarse una política agrícola ya esbozada que obliga a cambiar hábitos y mentalidades.
El uso óptimo de la tierra y la búsqueda de alternativas a las restricciones de insumos exigirá de especialistas, campesinos y miembros de cooperativas una mayor acometividad en pos de la ansiada soberanía alimentaria.