Por: Guillermo Alvarado
Cerca de un centenar de expertos argentinos realizaron una exhaustiva investigación sobre los efectos de la pandemia de covid-19 en los pueblos indígenas, tradicionalmente ubicados en los lugares más atrasados en cuanto a indicadores de salud, pobreza, educación y servicios públicos.
Aunque el trabajo se refiere sólo a unas treinta comunidades originarias del país sudamericano, sus resultados podrían perfectamente adecuarse a cualquier otra nación del área que haya sufrido la conquista, invasión y colonización europea.
Estos eventos ocasionaron un desastre para quienes fueron despojados de sus riquezas, culturas y formas de vida y ahora, cinco siglos después, califican entre los más desprotegidos en la región.
De acuerdo con el extenso informe, publicado en un apretado resumen en el diario Página 12, el arribo de la pandemia vino a agravar las condiciones de precariedad, la histórica invisibilidad que padecen y su tradicional falta de acceso a servicios de salud adecuados.
Justamente cuando el lavado de manos es una de las recomendaciones más repetidas para protegerse del virus, estos pueblos tienen dificultades para acceder al agua potable.
Por otra parte, el aislamiento les impide realizar sus actividades laborales, enmarcadas casi siempre dentro de la economía informal, o de sobrevivencia.
Se trata de poblaciones que ya venían sufriendo los efectos del acaparamiento de tierras, como sucede con los Mapuches en Chile, donde la transnacional Benetton se ha apropiado de decenas de miles de hectáreas para la crianza de ganado lanar.
Están afectados, asimismo, por el retroceso de las fronteras agrícolas, la minería intensiva y la explotación de hidrocarburos, que destruyen el medio ambiente.
Los investigadores recomiendan a las autoridades que se vele por el cumplimiento del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo y otras legislaciones creadas para velar por los derechos de los pueblos indígenas.
De no hacerse nada al respecto, la pobreza se perpetuará en un círculo vicioso, porque la falta de preparación y oportunidades entre estas comunidades se transmiten de generación en generación, desde México hasta la Patagonia.
La Covid-19 amenaza con echar por tierra los compromisos de desarrollo sostenible de la humanidad para el 2030, apenas dentro de una década, y bien podría ser que para entonces la miseria y el abandono en nuestro continente sigan teniendo rostro indígena.