Por: Roberto Morejón
La política obsesiva de la administración estadounidense contra Cuba encontró nuevo asidero al prohibir vuelos chárter privados, con lo que reafirmó su hostigamiento en medio de la más letal pandemia para el mundo en largo tiempo.
El énfasis sancionador en ese contexto reviste crueldad por mucho que el secretario norteamericano de Estado, Mike Pompeo, trate de presentarse “creativo” al comparecer o escribir en redes sociales para hacer sus anuncios contra La Habana.
Esta vez sostuvo similares expresiones provocadoras de hartazgo acerca de la necesidad de cortarle ingresos financieros al gobierno cubano, aunque al prohibir los desplazamientos aéreos bajo la referida modalidad, las afectadas son las familias.
Con esa línea pendenciera, Pompeo y su insolente jefe, el presidente Donald Trump, le hacen un guiño a los extremistas de la emigración de origen cubano en la Florida.
A diferencia de esos sujetos sumergidos en una cuerda revanchista y arcaica, gran parte de los cubano-americanos desean una relación serena con el archipiélago caribeño y contactos con sus parientes.
Trump intenta atraer el voto de los más recalcitrantes de la colonia de origen cubano de cara a las elecciones de noviembre próximo.
Tienen razón quienes aducen un matiz electoralista a la interdicción sobre los vuelos chárter privados.
Debe recordarse que como parte de sus afanes por revertir el proceso hacia una eventual normalización de relaciones entre La Habana y Washington, el magnate republicano canceló anteriormente vuelos chárter públicos con destino a la nación caribeña, excepto la capital.
También suprimió los viajes de estadounidenses y cruceros, revitalizó el título tres de la Ley Helms Burton y persiguió a tanqueros con petróleo con trayectoria marcada hacia la mayor de las Antillas.
La asechanza a bancos con encargos de tramitar transacciones del gobierno revolucionario y una febril embestida contra las misiones médicas cubanas en el exterior, sellaron asimismo la acción de Estados Unidos.
El designio es recrudecer el bloqueo hasta conseguir la asfixia, una eventual erosión social en el archipiélago y el ambicionado cambio de régimen.
Las alegaciones para calzar esa pretensión están guiadas por la ofuscación y la ojeriza hacia un proyecto de justicia social distante de los patrones que el país norteño quiere imponer allende los mares.