El secretario norteamericano de Estado, Mike Pompeo. Foto: Archivo/RHC.
Por: Guillermo Alvarado
Durante su visita oficial a Israel el secretario norteamericano de Estado, Mike Pompeo, dio las que podrían ser las últimas muestras de desprecio de la administración de Donald Trump a la convivencia internacional decente, basada en principios éticos y una elemental justicia.
De hecho, el antiguo responsable de la nefasta Agencia Central de Inteligencia, CIA, le dio un carpetazo con sonoridades funerarias a décadas de una tradición diplomática que, con más bajas que alzas, la potencia norteña había mantenido al menos para guardar las apariencias en Oriente Medio.
Por primera vez desde que se tenga memoria, un alto funcionario de Estados Unidos visitó una colonia israelí edificada sobre territorios arrebatados de manera ilegal al pueblo palestino.
Esto fue un espaldarazo inobjetable a la política de robo de tierras que Tel Aviv practica desde que nació como Estado e intensificó luego de la guerra de los Seis Días, en 1967.
Pompeo estuvo en el asentamiento de Psagot, donde fue recibido por un colono que fabrica un vino que etiquetó con el nombre del funcionario. Organizaciones humanitarias denunciaron que las tierras donde se cultivan esos viñedos fueron arrebatadas a familias palestinas hace años.
Además de visitar los Altos del Golán, que legalmente pertenecen a Siria, Pompeo fue mucho más allá y declaró que los productos fabricados en las colonias sionistas levantadas en territorios palestinos, podrán entrar a Estados Unidos con la etiqueta de “Hecho en Israel”.
Declaró, asimismo, que el movimiento internacional Boicot, Desinversión y Sanciones creado para castigar a Tel Aviv por su trato indigno a los palestinos será considerado por su país como antisemita, lo que significa una perversión malévola de ese concepto.
En realidad ese boicot es un acto anti sionista, es decir que sanciona a la ideología dominante en Israel, no a la población judía como tal.
Lo curioso, o lo que demuestra lo rastrera que puede ser la política por allí, es que Pompeo aceptó la hospitalidad de Benjamín Netanyahu y no dudó en hacerle favores extraordinarios, a pesar de que el primer ministro local felicitó y reconoció la victoria de Joe Biden en las elecciones estadounidenses.
En efecto, Netanyahu y el presidente Reuvén Rivlin llamaron por separado a Biden para saludarlo por su triunfo, o lo que es lo mismo por la derrota de Trump, sin importarles que éste último se niega a aceptar su caída.
Nada, amigos, otra vez queda claro que en las altas esferas imperiales no existen socios, mucho menos amigos ni buenas voluntades, lo único que hay son intereses.