Los reportes de entidades de derechos humanos sumaban 21 masacres en el país en 2021. Foto: Archivo/RHC.
Por: Roberto Morejón
Mientras el ministro colombiano de Defensa, Diego Molano, presentaba como un acierto lo que en su criterio es el descenso de los homicidios, los reportes de entidades de derechos humanos sumaban 21 masacres en el país en 2021.
Colombia exhibe un marcado contraste entre el reflejo quimérico de la realidad local dibujado por el gobierno y políticos extremistas cercanos al expresidente Álvaro Uribe, y los informes de entidades independientes, con cifras pavorosas.
El país sudamericano conoció con estupor que por lo menos 6 mil 400 civiles fueron ejecutados por militares y presentados como caídos en combate, en los últimos seis años.
La cifra duplicó los estimados de la fiscalía, según reveló el tribunal investigador de los crímenes más sanguinarios cometidos en el país gran productor de café.
Nuevamente la socorrida jerga de “falsos positivos", apunta a las instituciones armadas a pesar de constituir una práctica condenable, sobre todo durante el enfrentamiento contra las hoy disueltas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
Vino la paz entre el ex primer mandatario Juan Manuel Santos y los insurrectos y pocos acatan su letra, pues el presidente actual, Iván Duque, y sus partidarios discrepan con el acuerdo.
Mientras esgrimen ese frágil escudo la nación se desangra. Durante 2021 han ocurrido 12 masacres para un total de 44 víctimas mortales, según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, Indepaz.
A 257 ascienden los firmantes de la paz asesinados desde 2016, suerte corrida igualmente por líderes sociales y defensores de derechos humanos, pues 22 de ellos perecieron abruptamente a partir de enero pasado.
Las personas son ejecutadas individualmente o en masacres, pero las noticias al respecto son lacónicas, y los detalles contradictorios.
Duque riposta con ofertas de recompensas para hallar a los autores de las matanzas y sus colaboradores afirman que la violencia responde a simples enfrentamientos entre grupos rivales.
Uribe asevera que el aumento del número de falsos positivos encarna una maniobra para desacreditarlo.
Entre tantos devaneos, aumentan los espacios dejados por los rebeldes que depusieron las armas y los ocupan grupos irregulares, con Bogotá con menos incidentes, suficiente para que el gobierno asegure que es reflejo de la calma reinante en Colombia.