Imagen / Forbes México
Por: Guillermo Alvarado
Recientemente tuve la oportunidad de leer dos artículos en la publicación Resumen Latinoamericano, iniciativa con más de 30 años difundiendo la verdad de nuestra región y el mundo, que me parecen muy oportunos para ilustrar las diferencias entre gobiernos soberanos y subordinados.
El primero de ellos es de Gerardo Fernández Casanova y se refiere al elevado índice de aprobación de que disfruta en México la administración de Andrés Manuel López Obrador, AMLO, por sus iniciales.
Con casi tres años en el cargo y a pesar del desgaste de la crisis sanitaria por la covid-19, así como los problemas económicos derivados de esta situación, el gobernante es apoyado por el 70 por ciento de la población, indicador por encima de la votación que recibió en 2018, precisa Fernández Casanova.
Esto no es producto de la casualidad, sino el resultado de políticas acertadas, basadas en la búsqueda del bienestar de la sociedad y unas relaciones internacionales que fortalezcan la cooperación y la soberanía.
Desde antes de ocupar la presidencia, AMLO libra una batalla contra la corrupción de los gobiernos que le precedieron y la recuperación de recursos estratégicos, como Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad, que habían sido entregados a manos privadas.
Conocida es la lucha de López Obrador por sustituir a la desprestigiada Organización de Estados Americanos, así como la reciente decisión de acoger refugiados de Afganistán. No todo es perfecto y falta mucho para reducir los índices de violencia, pero obviamente se va en el camino correcto.
En el otro extremo se encuentra Colombia, donde el presidente Iván Duque rompió las marcas históricas de rechazo a un gobernante, al concentrar el 75 por ciento de desaprobación y apenas 20 puntos de apoyo.
Así lo reveló una encuesta de la firma Investigación y Asesoría de Mercadeo, Invamer, citada por Resumen Latinoamericano, donde se indica que Duque rebasó los 74 puntos de rechazo que había concitado el expresidente Andrés Pastrana durante su período, de 1998 a 2002.
Corrupción, desempleo, pobreza, violencia y la mala gestión de la covid-19 figuran entre los principales problemas achacados al ejecutivo colombiano, además de la brutal represión contra las manifestaciones populares ocurridas a partir de 2019.
A este gobierno le queda un año en el poder, a menos que algo ocurra antes, y ya es un hecho que pasará como uno de los peores sufridos por ese pueblo.
Así pues, las diferencias en la percepción de la sociedad hacia sus autoridades son notables entre México, que pelea por su soberanía económica y política, y Colombia, que sigue a la deriva tras las huellas de Estados Unidos.