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Por María Josefina Arce
Han transcurrido varios días del discurso de Jair Bolsonaro ante la Asamblea General de la ONU y todavía la mayoría de los brasileños se pregunta dónde están los logros que en materia ambiental, entre otros aspectos, presentó el presidente de Brasil a los participantes en el periódico 76 de sesiones del organismo mundial.
El mandatario afirmó que durante su mandato, iniciado en enero de 2019, decreció la deforestación. Pero la realidad desmiente sus palabras. A solo un año de haber asumido, ya la pérdida de las zonas boscosas era la más alta de los últimos 12 años.
Entre agosto de 2020 y julio de 2021 la Amazonia perdió 10 476 kilómetros cuadrados, de acuerdo con datos publicados por Imazon, un instituto brasileño de investigación.
Se espera que a finales del presente año la tasa de deforestación sea casi 50% más alta que en 2018, antes de que Bolsonaro llegara al Palacio del Planalto.
De hecho en junio pasado el entonces titular del Ministerio de Medio Ambiente Ricardo Salles renunció en medio de acusaciones de haber bloqueado una Investigación policíal sobre la tala ilegal en la Amazonía.
Las palabras de Bolsonaro están bien alejadas de la realidad del Brasil de hoy. Aunque el mandatario dijo lo contrario ante la ONU, su gobierno ha ido debilitando los organismos de supervisión del medio ambiente y dificultado la demarcación de las tierras Indígenas, invadidas ilegalmente por madereros, ganaderos y mineros, alentados por el discurso presidencial.
Ahora a pocos días de su intervención ante la ONU y su supuesto compromiso con el entorno, ha vuelto a sonar la alarma en la nación. Se conoció que ei Ministerio de Economía presentó un proyecto para la flexibilización de las medidas ambientales, encaminado a facilitar y potenciar las inversiones internas.
Transformar la productividad y competitividad del gigante suramericano es el pretexto del proyecto, que ha provocado numerosas críticas en diversos sectores de la sociedad al considerarlo como la mayor amenaza para la sostenibilidad del estado brasileño.
La concesión automática de permisos para proyectos de impacto ambiental en caso de demora es uno de los puntos del plan, remitido por el Ministerio de Economía al de Medio Ambiente, que a su vez lo envió al Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales para su consideración.
Asimismo, insiste en la anulación de normas contra la tala de vegetación nativa que se aplique directamente al bioma de la Mata Atlántica, considerada una de las zonas de mayor biodiversidad del mundo. Fue declarada Reserva de la biosfera por la UNESCO,
Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, y Patrimonio Nacional en la Constitución de 1988, sin embargo, hoy 90% de su extensión original está destruida.
El criticado proyecto también contempla extinguir la lista del Consejo Nacional del Ambiente que define los casos que previamente requieren un estudio de impacto en el entorno.
Marcio Astrani, secretario ejecutivo del Observatorio del Clima, señaló que el gobierno y la iniciativa privada deben dar explicaciones de lo que calificó como un nuevo absurdo.
Bolsonaro dijo una cosa en la ONU, pero lo cierto es que el país bajo su mandato va en otra dirección, contraria a la agenda climática global que busca preservar el planeta para asegurar el futuro de la humanidad.