Lituania marca así su límite con Bielorrusia. Foto: Euronews
Por Roberto Morejón (RHC)
Europa NO abandona el viejo hábito de la sobreprotección de fronteras, con todo tipo de vallas, para, según alega, protegerse del arribo de migrantes del Sur empobrecido.
Ahora con lo que califican de amenaza de una diáspora de refugiados procedentes de Afganistán, países del Viejo Continente insisten en el añejo recurso de las barreras físicas.
Bajo el recuerdo de lo que consideraron una pesadilla en 2015 coincidente con el éxodo de personas residentes en Siria donde Occidente y monarquías impusieron una guerra, doce países pidieron a la Comisión Europea el financiamiento de muros.
En la misiva, los postulantes hablaron de lo efectiva que son, a su juicio, las barricadas y ante la negativa de los aludidos a soltar el dinero, la idea NO ha sido desechada.
El gobierno griego refuerza su límite terrestre con Turquía y a lo largo del río Evros instala vigilancia electrónica, cámaras térmicas y una verja de 5 metros de altura.
El ejército polaco levanta una valla de alambres por su borde con Bielorrusia para impedir, afirma, la entrada de migrantes, sin importar el precio a pagar, casi 350 millones de euros.
Lituania se sumó a la “moda” con un proyecto de una tapia de 350 kilómetros de largo, también en su límite con Bielorrusia.
Ya se sabe que en los enclaves de Ceuta y Melilla, en el norte de África, se erigen murallas, consideradas las únicas fronteras terrestres de la Unión Europea con el llamado continente negro.
Periódicamente suelen ser escenario de saltos masivos a sus cercados, en medio del estupor del Primer Mundo, ajeno al drama de los escaladores, quienes huyen de la pobreza y el desempleo.
Algunos analistas se preguntaron si Europa, necesitada en el futuro de 60 millones de inmigrantes para enfrentar años de baja natalidad y envejecimiento de la población, podría avenirse con la fiebre de barreras, al estilo de Donald Trump con México.
Ahora el “enemigo” proviene de Afganistán, como antes señalaron a Siria, pero fingen olvidar que la OTAN en alianza con Estados Unidos invadió y ocupó el país centroasiático.
Tras 20 años, la aventura fracasó y ahora Occidente lamenta la situación con los talibanes en Kabul.
Difícilmente Europa, en su papel de atracción como polo del Primer Mundo, solucionará el fenómeno de la migración mundial endureciendo sus fronteras.