Imagen ilustrativa tomada de Diario Contexto
Por María Josefina Arce (RHC)
Históricamente, Estados Unidos ha dado cobijo a elementos corruptos y golpistas de América Latina y de ultraderecha de origen cubano. La ciudad de Miami, en el estado de Florida, ha sido y es el centro de operaciones terroristas y de cambio de régimen contra otras naciones.
Estas acciones intervencionistas contra Cuba se fueron forjando desde el triunfo mismo de la Revolución, en enero de 1959, cuando en territorio estadounidense encontraron refugio torturadores y criminales de la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958).
Comenzaron a ver la luz grupúsculos que tenían como objetivo poner fin al proceso revolucionario para recuperar sus cuantiosas fortunas y propiedades, amasadas con la explotación del pueblo.
Con los años a esas organizaciones se han ido sumando otras. Un negocio verdaderamente lucrativo, que en todo momento ha contado con el cada vez más creciente apoyo monetario de las autoridades.
Sin consentimiento del contribuyente estadounidense, el gobierno ha destinado millones de dólares para financiar a estos grupos, que en muchas ocasiones se presentan como ONG, Organizaciones NO gubernamentales, y que buscan penetrar en la sociedad cubana, seducir con el dinero a determinados elementos para promover acciones provocadoras y desestabilizadoras contra el orden constitucional.
Es amplio el mosaico de estos grupúsculos, que curiosamente en su mayoría insisten en tener en sus nombres la palabra democracia. Ese es el caso del denominado Grupo de Apoyo a la Democracia, enfocado en supuestos presos políticos en Cuba y sus familiares.
Tenemos también al llamado Directorio Democrático Cubano, que de acuerdo con una auditoría, solo en 2019 gastó más de un millón de dólares en programación de radio y pretendidas actividades cívicas dirigidas a la juventud cubana.
Visibles son los hilos de toda esta trama contra Cuba, que con el paso de los años, ante su total fracaso, ha ido buscando otras vías y nuevos adeptos, estrategia que en los últimos tiempos ha estado dirigida al sector cultural.
Las pruebas aportadas por Cuba revelan cómo se les prepara, se les financian viajes al exterior para su participación en foros y talleres, que tienen la clara intención de provocar caos para llevar a la caída de la Revolución.
Grabaciones, imágenes y las declaraciones de un médico, durante 25 años agente de Seguridad del Estado, han mostrado como detrás de quienes hoy promueven una marcha anticonstitucional en Cuba hay figuras vinculadas, precisamente, con esas organizaciones terroristas asentadas en Miami, como Alpha 66 y Omega-7, entre otras, harto conocidas por sus actos criminales contra el pueblo cubano.
Nada casual es esta nueva acción provocadora, que como denunciara la Mayor de las Antillas es parte de la guerra no convencional o guión de golpe blando que se intenta aplicar en nuestro país.