Fue una vergonzosa operación punitiva orquestada para mantener la hegemonía en el Caribe y la
democracia al estilo estadounidense. Foto tomada de Radio Bayamo
Por Guillermo Alvarado (RHC)
Una de las muchas deudas que Estados Unidos tiene con nuestra región es la sangrienta invasión a Granada, una pequeña nación insular del Caribe contra la cual se aplicó una fuerza desproporcionada con el pretexto, una vez más, de restaurar la democracia, la paz y la seguridad.
Esa isla fue dominada con mano de hierro por Eric Gairy desde 1950, quien se mantuvo en el poder casi tres décadas, estableció un régimen corrupto, fue gran amigo de Augusto Pinochet y recibió el apoyo incondicional de Washington, donde jamás se cuestionaron sus métodos.
A juicio de la Casa Blanca en la Granada de Gairy jamás estuvieron en riesgo las garantías individuales, socioeconómicas y políticas de los ciudadanos.
Las cosas cambiaron cuando el 13 de marzo de 1979 el Movimiento Nueva Joya, dirigido por Maurice Bishop, puso fin a la dictadura e impulsó la Revolución del Pueblo, que restableció los derechos para toda la población.
Estados Unidos aplicó de inmediato sanciones contra el nuevo gobierno, entre ellas congelar créditos e inversiones para dañar la economía y crear penurias y descontento entre la gente, una fórmula imperial muy repetida.
Desde el norte se creó una oposición interna y se difundieron mentiras para desprestigiar a la naciente Revolución.
Una de ellas fue que la pista del nuevo aeropuerto, que por cierto se construía con apoyo solidario de Cuba, excedía el tamaño de una instalación civil y sería utilizada como base aérea soviético-cubana.
Lo más artero de la conducta estadounidense fue que, cuando consiguió sumar a varios militares a sus planes, que depusieron y asesinaron a Bishop, utilizó el caos que ellos mismos provocaron, como excusa para consumar la invasión.
Fue Washington el que orilló a otros Estados caribeños a “solicitar” la intervención armada, que comenzó el 22 de octubre de 1983, aunque el grueso del ataque ocurrió tres días después, y se extendió hasta el 4 de noviembre.
Contra un pequeño país de 214 kilómetros cuadrados, con una población entonces de 110 mil personas, donde había un grupo de colaboradores cubanos, la gran mayoría civiles, y algunos asesores soviéticos se empleó una descomunal fuerza militar.
Se movilizaron cinco buques del escuadrón anfibio número cuatro y otras seis naves tomaron posiciones frente a las costas de Granada.
Participaron 7 mil 300 marines, miembros de la 82 División Aerotransportada, numerosas tropas especiales y una cifra no determinada de la 22 Unidad Anfibia.
Aviones de combate bombardearon objetivos civiles y se estrenó allí el tristemente célebre helicóptero Blackhawk.
Fue una vergonzosa operación punitiva orquestada para mantener la hegemonía en el Caribe y la democracia al estilo estadounidense, esa de la que hablará Biden en la cumbre virtual de diciembre próximo.