Rumbo a la esperanza

Editado por Maite González
2021-12-02 05:55:08

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Por María Josefina Arce

Hace 65 años la esperanza renacía en Cuba, un país bajo una sangrienta dictadura, con numerosas familias sumidas en el dolor y la muerte, con altos índices de pobreza, desempleo, insalubridad y analfabetismo.

Ochenta y dos  jóvenes intrépidos y empeñados en darle un futuro mejor a su pueblo llegaban el 2 de diciembre de 1956  a bordo del yate Granma a Los Cayuelos, una punta de mangle a dos kilómetros de la playa Las Coloradas, en el municipio de Niquero, en la actual provincia oriental de Granma.

Veintiuno de ellos ya habían protagonizado, también bajo la guía de Fidel Castro, una acción sin precedentes, los asaltos a los Cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, que mostraron al mundo la lucha revolucionaria que se libraba en la pequeña nación caribeña.

Con el mismo espíritu osado de aquellas acciones, esos hombres y los que se les sumaron en México pusieron proa a Cuba el 25 de noviembre, decididos como afirmara Fidel a ser libres o mártires.

Se abría entonces, una nueva etapa en la lucha por la verdadera y definitiva independencia de Cuba, iniciada en el siglo XIX, el 10 de octubre de 1868, también en la zona oriental del territorio cubano.

La demora de la travesía por las condiciones del mar, lo sobrecargado del Granma y la caída al agua de un combatiente hizo imposible coincidir el desembarco con el coordinado levantamiento del 30 de noviembre en Santiago de Cuba, que tenía como objetivo apoyar la llegada de los expedicionarios y dar inicio a la ofensiva revolucionaría en la región

Cansados, adoloridos, hambrientos y sedientos después del viaje desde México, los expedicionarios se encontraron frente  a un difícil desembarco en una zona cenagosa. Vendrían días duros, con la dispersión de los revolucionarios al ser sorprendidos por las tropas batistianas por la traición de un campesino.

Pero ni estos, ni los muchos otros obstáculos que enfrentaron con el decursar de los días y semanas pudieron con la decisión de aquellos jóvenes de poner en primer lugar, antes que su vida, el compromiso con su Patria y con los sectores más humildes y explotados en una Cuba entregada por los gobiernos de turno a los intereses de Estados Unidos. 

La historia comenzaba a cambiar. Con esa misma entereza y fieles al legado de lucha de las generaciones que los precedieron, aquellos hombres dieron vida a una epopeya que culminaría el primero de enero de 1959, con el triunfo de la revolución.

Un proceso que se nutrió de las ideas libertarias de nuestros próceres independentistas y de la activa participación de los hombres y mujeres del pueblo, ahora dignificado y libre tras la victoria.

El dos de diciembre de 1956 no solo renacía la esperanza en Cuba, sino que comenzaba a forjarse un nuevo ejército, que a lo largo de estas décadas ha defendido nuestra soberanía e independencia y los logros de la revolución, ante el constante hostigamiento de los diversos gobiernos estadounidenses.



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