Imagen ilustrativa tomada de Archivo/RHC
Por Guillermo Alvarado (RHC)
Desde hace siglos, ninguna región del planeta ha sufrido tantos abusos, concentrado tantos males y calamidades, como África, un continente que pareciera estar al margen de la especie humana, cuyos habitantes viven expuestos al hambre, las enfermedades y los fenómenos naturales.
Un reciente informe conjunto de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, y las comisiones Económica y de la Unión Africana, revelaron que la desnutrición creció allí casi en 50 por ciento entre 2014 y 2020.
Eso significa que 281,6 millones de personas padecen graves deficiencias alimenticias, casi 90 millones más que hace siete años, o lo que es lo mismo, que fracasaron todos los esfuerzos para lograr que el flagelo del hambre disminuya y las familias allí tengan acceso a una comida digna.
A las causas habituales de este problema, como la pobreza, los conflictos armados, las variaciones del clima y las plagas, se suman ahora las consecuencias de la pandemia de Covid-19.
Lo más terrible es que se trata de una zona donde se concentran enormes riquezas naturales, cuya explotación no favorece en nada a los habitantes locales, sino a empresas foráneas.
África es una niña violada, me dijo en una ocasión una amiga que trabajó allí varios años, por lo que su recuperación nunca será completa y depende de una serie de factores, entre ellos la voluntad de la comunidad internacional, que es más bien proclive a darle la espalda, a abandonarla u olvidarla.
Esto es así desde el infame comercio de esclavos y la voraz colonización europea, que trazó fronteras a su antojo, separó pueblos y fue la raíz de muchos problemas que todavía hoy causan víctimas y rencores.
Foto: Archivo/RHC
Pero esa explotación está lejos de haber terminado, porque el mundo desarrollado extrae de allí minerales valiosos y las llamadas “tierras raras” que son estratégicas para el transporte, la industria espacial y militar y las modernas tecnologías de la comunicación.
Recursos valorados en miles de millones de dólares salen de África, donde sólo dejan migajas, corrupción, suelos destruidos, condiciones laborales muy próximas a la esclavitud y ningún tipo de desarrollo local.
Es vergonzoso, también, lo que sucede con la vacunación contra la Covid-19. Mientras en Europa la inmunización llega hasta el 70 por ciento o más, en países como la República Democrática del Congo es inferior a 1 por ciento.
Se dice que África es la cuna de la humanidad, que de allí surgió la semilla que se diseminó por todos los continentes. Bien triste e ingrato es el pago que recibe a cambio.