Pocas razones habrá para celebrar a la medianoche del 31 de diciembre en la Casa Blanca, porque la mala racha continuará en 2022. 
Foto: La Vanguardia

Por Guillermo Alvarado (RHC)

Estados Unidos termina el 2021 con una larga lista de acontecimientos que han puesto en evidencia las falacias de la “democracia perfecta”, del país de las oportunidades y la tierra de los derechos humanos, para mostrar el rostro más descarnado de un imperio en decadencia.

Como recuerda David Brooks, corresponsal del diario mexicano La Jornada, la primera noticia que se reportó este año desde Washington fue el violento ataque del 6  de enero contra el Capitolio, el centro neurálgico de la vida política en esa nación.

Las imágenes de las turbas, azuzadas por Donald Trump, tomando por asalto el poder legislativo de la primera potencia mundial me hicieron recordar aquellos tiempos oscuros de la decadencia de Roma, cuando Calígula nombró senador a su caballo para mostrar su desprecio por las instituciones.

Foto: Archivo/RHC

Fue también el año en que ese país llegó a la cifra de 800 mil muertos por la pandemia de Covid-19, algo inimaginable en la nación que se supone que concentra los mayores recursos humanos, científicos y tecnológicos, pero que no van acompañados de una voluntad política de proteger a su población.

De esa enorme cantidad de fallecidos, más de la mitad ocurrieron en los últimos once meses, es decir ya en la administración de Joseph Biden.

Difícil será olvidar los últimos días de agosto, cuando se produjo la bochornosa huida de Afganistán después de 20 años de guerra y ocupación, que terminaron con el Talibán de nuevo al mando en Kabul y dejaron casi intactas las garras del grupo terrorista Al Qaeda.

Mucho tendrá que trabajar la industria cinematográfica estadounidense para maquillar esta derrota en el imaginario popular, dentro y fuera del país, y restaurar la maltrecha dignidad de una potencia militar venida a menos.

Quizás sea por eso que se aprobó un gigantesco presupuesto para la defensa, el mayor conocido hasta ahora, con 778 mil millones de dólares que contienen 25 mil millones más de lo que había solicitado el Pentágono.

En estos doce meses comenzaron a verse las profundas grietas en el consenso neoliberal, como la protagonizada por el influyente senador del partido Demócrata Joe Manchin, quien se negó a apoyar el plan de gasto social de Biden por el peso que tendrá en la ya abultada deuda pública.

“No puedo asumir ese riesgo con una deuda abrumadora de más de 29 billones de dólares e impuestos inflacionistas que son reales y dañinos para cualquier trabajador estadounidense en la gasolinera, en la tienda o en la factura de la electricidad” dijo el legislador.

Pocas razones habrá para celebrar a la medianoche del 31 de diciembre en la Casa Blanca, porque la mala racha continuará en 2022.