Prensa Latina
Por: Guillermo Alvarado
Después de décadas de guerra y de intolerancia, por fin ocurrió un destello de esperanza en medio de la terrible situación que sufre la población de Afganistán, cuando la ONU logró desbloquear el envío de ayuda humanitaria y salvar así de la muerte a millones de personas.
La salida de las tropas extranjeras de ese país centroasiático a finales de agosto reciente no significó el fin de las penurias, sino que más bien agregó nuevos problemas por la aplicación de sanciones internacionales de todo tipo contra el gobierno Talibán.
Aparte de los males derivados de la ocupación militar recién concluida y la intolerancia de occidente hacia las nuevas autoridades, el país también ha sufrido en los últimos tiempos la más prolongada y severa sequía de que se tengan recuerdos, lo que arruinó numerosas cosechas.
Como resultado, de los casi 40 millones de habitantes, cerca de la mitad sufren diversos grados de malnutrición y hay nueve millones al borde de la inanición, entre ellos muchos niños que ya están muriendo en sus casas, en los campos o en los hospitales donde carecen de recursos para ayudarlos.
La situación es tan grave que muchos padres se ven orillados a tomar decisiones traumáticas, como escoger a cuál de sus hijos o hijas vender para salvar a los demás.
En este sombrío paisaje, la medida adoptada en el Consejo de Seguridad de la ONU es una pequeña luz, sobre todo ahora que ya se están sintiendo los rigores del invierno, que es más cruel cuando se carece de comida en la mesa.
De todas maneras esto no significa que la asistencia va a llegar pronto, sobre todo después que Estados Unidos exigió garantías de que esos recursos de ninguna manera se vayan a convertir en una fuente de financiamiento para el Talibán, lo que viene a complicar los procedimientos.
En lugar de poner obstáculos, la primera potencia económica y militar debería reconocer su enorme responsabilidad en esta tragedia y facilitar las acciones para alimentar a un pueblo hambriento que no es culpable ni de la guerra, ni del gobierno que sustituyó a los invasores.
Desde que se instalaron las nuevas autoridades en Kabul, la Casa Blanca bloqueó cualquier vía de acceso de Afganistán al sistema financiero global e impide el uso de las reservas internacionales depositadas en bancos estadounidenses, y valoradas en diez mil millones de dólares.
Esta es una de las tantas tragedias que marcan un año funesto para toda nuestra especie.