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Por: Guillermo Alvarado.
El presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, y algunos de sus principales funcionarios están haciendo todo lo posible para calentar el más reciente episodio de la nueva guerra fría, que tiene como objetivos al gobierno y pueblo de Rusia y podría llevar a la humanidad a una catástrofe.
La situación actual recuerda todo el montaje que se realizó en 2002 y los primeros meses de 2003 para justificar la agresión contra Irak, en particular las flagrantes mentiras dichas por el entonces presidente George W. Bush y sus halcones, entre ellos el general Collin Powell.
Todo el mundo fue testigo de estos embustes, que proclamaron a los cuatro vientos que el país mesopotámico poseía armas de destrucción masiva, sin presentar jamás una sola prueba que respaldara tales disparates.
El escenario que estamos viviendo hoy es igual, pues Biden, su secretario de Estado, Anthony Blinken, y sus aliados en Europa Occidental, que les sirven de caja de resonancia, afirman en coro que Rusia está a punto de invadir Ucrania, sin que haya ninguna evidencia al respecto.
Es verdad que Moscú movilizó tropas hacia las fronteras de su vecino, pero eso fue solo después de que la OTAN, el brazo del Pentágono, corriera las fronteras bélicas con intenciones nada nobles.
Como dijo el presidente Vladimir Putin, ¿qué habría hecho Estados Unidos si de pronto fuerzas extranjeras se movilizaran con propósitos hostiles en los lindes con Canadá y México?
Es más, Washington si tiene tropas en casi todo el mundo, que incluyen bases militares con armas de destrucción masiva, hablo de bombas atómicas en situación operativa, o sea listas para ser lanzadas.
En reciente conferencia de prensa a propósito de su primer año en el cargo, Biden aseguró que cualquier ingreso de tropas rusas en territorio ucraniano sería considerado una invasión, al mismo tiempo que Blinken rechazó ofrecer garantías de seguridad por escrito a Moscú.
Lo curioso es que nadie, absolutamente nadie, ha escuchado jamás ni a Putin o ningún miembro de su gobierno amenazar con invadir a Ucrania, para nada.
Por el contrario, el presidente ruso y sus funcionarios se han cansado de repetir que no tienen ninguna intención de cometer semejante desatino.
No puede decir lo mismo la Casa Blanca que destinó 800 millones de dólares en armas para el gobierno de Kiev y hace pocas horas autorizó a Letonia, Estonia y Lituania a enviar arsenales de origen estadounidense a ese país.
Si se mira desapasionadamente, el único que juega a la guerra en esa zona y dice mentiras al respecto es Biden, que no tiene la menor idea de lo que pasaría si abre las puertas del infierno.