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Por: Roberto Morejón
Cuando el secretario de estado Adjunto para el Hemisferio Occidental, el estadounidense Brian Nichols, confirmó que su gobierno no invitará a tres países latinoamericanos y del Caribe a la Cumbre de las Américas, tal vez aguardó por aprobaciones, pero no lo ha conseguido.
Nichols confirmó la negativa de la administración demócrata a invitar a Cuba, Nicaragua y Venezuela a la cita de Los Ángeles en junio venidero.
Con el deslucido argumento de que los gobiernos respectivos no respetan la Carta Democrática, Estados Unidos, en realidad, trata de ahondar divisiones en el continente.
Aun antes del pronunciamiento del alto funcionario aumentaron los rechazos a la prevista decisión de Washington.
Cuba y México marchan a la cabeza de los gobiernos que han denunciado la maniobra para concretar lo que el presidente Miguel Díaz-Canel calificó acertadamente de una especie de cumbre de Estados selectivos.
El primer mandatario mexicano, Andrés Manuel López, anunció que si la potencia del Norte aplica las marginaciones, él no asistirá y su delegación la encabezará el canciller, Marcelo Ebrard.
No solo el político tabasqueño se manifestó contra las separaciones del cónclave, pues así lo hizo la CELAC, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
En la misma cuerda se mostró el Jefe de Estado de Bolivia, Luis Arce, quien apeló al fortalecimiento del diálogo y la integración nacional, este último aspecto susceptible de lesionarse si Washington lleva a cabo sus propósitos de alejamiento.
Si hablamos de estadistas que, como AMLO, afirman desistir de su participación en Los Ángeles si se concretan exenciones, recordemos declaraciones del embajador de Antigua y Barbuda en Washington, Ronald Sanders.
El diplomático consideró en peligro la novena edición de la Cumbre de las Américas y matizó que si Estados Unidos no invita a Cuba, pudiera ser causa de que naciones del Caribe se ausentaran.
Fuera del ámbito geográfico americano, un vocero oficial de China acotó que Estados Unidos debe respetar la soberanía y dignidad de los países de la región.
Al sur del Río Bravo se percatan de que nuevamente la administración demócrata intenta presentarse como paladín de la democracia, cuando paradójicamente hace gala de intolerancia al alejar de Los Ángeles a Estados por no seguir patrones acuñados en la potencia del Norte.