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Por: Guillermo Alvarado
En su estremecedora novela La Peste, una lectura a propósito de estos tiempos oscuros de guerra y pandemia, el escritor francés Albert Camus, Premio Nobel de Literatura, dice que una manera cómoda de conocer un lugar es buscar cómo allí se trabaja, cómo se ama y cómo se muere.
Precisamente sobre el transcurso de este último aspecto para decenas de miles de personas en el país más rico del mundo, esa primera potencia económica y militar que es Estados Unidos, que gasta desmesuradas sumas de dinero en el arte de matar y mucho menos en preservar la vida, es que deseo comentar hoy.
Me voy a referir a esas personas, que representan a prácticamente todos los estratos de esa sociedad y que resultan víctimas de la adicción a las drogas, para quienes no hay diseñados sistemas de tratamiento y de salud adecuados y suelen tener un final miserable.
Según estadísticas que cada año son más asombrosas, crece casi indetenible la cifra de fallecimientos por sobredosis de estupefacientes. De acuerdo con los datos correspondientes a 2021 un total de 107 mil estadounidenses perdieron la vida por esa causa, aproximadamente uno cada cinco minutos.
Desde los años 90 del siglo pasado estos registros crecen sin cesar, pero se aceleraron cuando aparecieron en el mercado productos muy peligrosos.
Uno de ellos, el más letal sin duda alguna es el fentanilo, un opioide sintético que resulta entre 10 y 50 veces más potente que la morfina y puede venderse de manera legal por medio de una receta, aunque también se consigue en el mercado negro de estupefacientes.
Para que se tenga una idea, en 2010 esta droga estuvo presente en 14 de cada cien muertes por sobredosis, y en 2017 ese indicador subió hasta el 60 por ciento. Por su efecto tan fuerte muchos traficantes lo mezclan con otros productos, como heroína, cocaína o metanfetaminas, haciéndolo más mortal.
El año pasado los decesos por fentanilo y otros opioides sintéticos, es decir hechos en laboratorios, ascendieron a 71 mil en Estados Unidos, seguidos por la cocaína y otros estimulantes.
Todo el mundo conoce que en la nación norteña está el mercado de consumo de drogas más grande del mundo, si bien no hay datos exactos de la cantidad de personas afectadas por este azote.
La Oficina de la ONU para la Droga y el Delito calcula que del volumen de dinero que produce el tráfico mundial, Estados Unidos participa con entre el 44 y 47 por ciento, seguido por el total de países de Europa, con 33 puntos.
Si en lugar de gastar cientos de miles de millones de dólares en la guerra los destinara a labores de prevención, educación, tratamiento y control, este problema habría desaparecido allí hace mucho tiempo.