Por María Josefina Arce.
A Estados Unidos como se dice popularmente le salió el tiro por la culata. Convocó y organizó una Cumbre de las Américas, pero sin la participación de todas las naciones, lo que llevó a numerosos cuestionamientos e incluso que varios líderes de la región decidieran no ir al encuentro, calificado de fallido por los analistas.
Ese es el caso del primer mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, cuya ausencia, dejó claro, está motivada porque no se invitó a todos los estados. El secretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard al intervenir en la cita de Los Angeles recalcó la postura de su país contraria a las exclusiones de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Y reiteró una vez más la condena de México al bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra el pueblo cubano, que constituye el principal obstáculo para su desarrollo.
Una posición expresada en numerosas ocasiones por López Obrador, quien ha calificado el cerco de una política medieval, genocida y violatoria de los derechos humanos. El presidente mexicano ha subrayado que " ningún estado tiene el derecho a someter a otro pueblo".
En la antidemocrática Cumbre hay muchos ausentes, pero los que están presentes han sido la voz de los excluidos. El presidente de Argentina, Alberto Fernández, señaló que se impone construir un continente sin exclusiones políticas, al tiempo que condenó las sanciones y el bloqueo contra los estados.
Como presidente pro témpore de la CELAC, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, cuando se preparaba la cita Fernández envió una carta a los organizadores, en la que exhortaba a evitar exclusiones que impidieran que todas las voces del hemisferio dialogaran y fueran escuchadas.
La Cumbre no llega a buen puerto. Recurrir a viejas prácticas de obviar a Cuba y a otras naciones le han valido incontables críticas a la administración del presidente Joe Biden y a la injerencista Organización de Estados Americanos.
No olvidemos que este tipo de reunión es auspiciada por la OEA, mecanismo que en 1962 expulsó a la Mayor de las Antillas, a instancias de Washington y sus aliados del momento, excepto México.
Honduras y Bolivia también se negaron a asistir a la ciudad estadounidense de Los Ángeles. El Caribe igualmente condenó la exclusión de Cuba, en una postura digna y valiente, como cuando desafiando las presiones norteamericanas varios estados del área en la década del 70 del siglo pasado establecieron relaciones diplomáticas.
Para las naciones caribeñas la Cumbre de las Américas no es una reunión de Estados Unidos, por lo que no puede decidir quién está invitado y quién no.
Estados Unidos no sacó bien las cuentas. Olvidó que América Latina ya no es la misma, ha cambiado y busca hacer valer sus derechos y ya son muchos los países que no se pliegan a sus dictámenes.
Olvidó que el mayoritario y creciente reclamo de la región hizo posible la participación de Cuba en la cita de Panamá en 2015. Hasta ese momento excluida, la nación caribeña ocupó el lugar que le corresponde como parte indisoluble de este hemisferio. La Novena Cumbre de las Américas será recordada como deslucida y fracasada.