Comparecencias ante el comité de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. (Mandel Ngan / Associated Press)
Por: Guillermo Alvarado
Durante las primeras audiencias realizadas por el Comité de Investigación por el Asalto al Capitolio de Estados Unidos, ocurrido el 6 de enero de 2021, comenzaron a salir a luz pública importantes revelaciones sobre uno de los hechos más vergonzosos ocurridos en la historia reciente de ese país.
Entre ellas figura la confirmación por altos funcionarios muy cercanos al expresidente Donald Trump, incluido el jefe del Departamento de Justicia en ese momento, William Barr, de que el controvertido magnate inmobiliario perdió contacto con la realidad.
Sencillamente el antiguo jefe de la Casa Blanca no pudo, o no supo manejar la noticia de su derrota y se sumergió en un mundo imaginario donde él habría sido reelecto, pero era víctima de una conspiración para arrebatarle la victoria y sacarlo del poder.
De ser cierta esta versión, se explica uno la tozudez de Trump y sus inmediatos seguidores en presentar recursos tras recursos para recontar los votos que supuestamente lo favorecían, a la vez que ignorar los que le fueron adversos, un ejercicio desgastante y hasta cierto punto ilícito.
De allí surgió lo que se conoce como “La gran mentira”, que todavía es aceptada por millones de sus seguidores, que rechazan la derrota.
Varios de los estrategas de Trump, entre ellos el jefe de campaña, Bill Stepien, narraron a los miembros del Comité cómo era imposible lograr que aceptara que no había evidencias de fraude alguno en los comicios, lo que llevó a la peligrosa aventura del asalto al Capitolio.
El caso es que “la gran mentira” siguió creciendo con argumentos fantasiosos, como que las máquinas receptoras de votos estaban manipuladas por “comunistas” para favorecer a su rival, Joseph Biden.
Claro que no todo fue una historia de elfos y magos y realmente la institucionalidad del país más poderoso del mundo estuvo en peligro.
Lo primero que me viene a la mente es que Trump, enajenado o no, pero evidentemente furioso, todavía tenía acceso a las claves del sistema ofensivo nuclear estadounidense. Semejante poder en alguien con tan escaso equilibrio emocional, es algo que no se puede tomar a la ligera.
Hubo también cosas más concretas, y es que en las semanas que siguieron a los comicios el grupo allegado a Trump se puso a recaudar fondos para “defender el voto y la democracia” y reunieron unos 250 millones de dólares, que no se sabe a ciencia cierta dónde están hoy día.
Hay amenazas de que este oscuro personaje vuelva a la política, mucho depende de las elecciones legislativas de noviembre, pero ojo, no vaya a ser que entre de nuevo a la Casa Blanca y nombre senador a su caballo.