Campo de refugiados Kakuma. DPA / ANNA KERBER - Archivo
Por: Guillermo Alvarado
Existe en Kenia uno de los campos de refugiados más grandes del mundo denominado Kakuma, un vocablo del idioma swahili que significa más o menos “la nada”, sitio donde habitan en la actualidad unas 180 mil personas de 20 países diferentes que se vieron forzadas a abandonar su hogar.
Es paradójico y trágico al mismo tiempo que “la nada” sea el punto de llegada de grandes masas humanas, empujadas por la violencia y la guerra, las enfermedades, los desastres naturales, el miedo o el odio, según el lugar desde donde se mire.
No es el único, por supuesto, porque en las cuatro esquinas del mundo se puede uno tropezar con sitios como este, donde tratan de sobrevivir cerca de 82,4 millones de desesperados, cuyo común denominador es la necesidad urgente de ayuda para satisfacer en parte sus más elementales necesidades.
La mayor parte no saben que ayer, 20 de junio, se conmemoró el Día Mundial de los Refugiados, como ignoran también cuál será su destino final. Hay quienes llegaron niños y ahora son adultos sin haber logrado escapar jamás a la dura realidad que les rodea.
Otros no cruzaron las fronteras de su propio país, son los desplazados internos para quienes vivir en suelo patrio no significa consuelo alguno.
Si uno tiene paciencia, corazón y estómago también, puede hacer un recuento de la triste condición en que están millones de colombianos atrapados por la guerra y la violencia, de saharauis, arrinconados por el régimen marroquí, o palestinos, parias en su tierra por culpa de Israel y sus cómplices.
Están allí a pesar de que hay leyes internacionales y convenciones mundiales creadas para protegerlos, pero que no han logrado cumplir sus objetivos y apenas alcanzan para mantenerlos con vida, con presupuestos siempre escasos, mientras otros derrochan miles de millones de dólares en guerras y armas.
Si quiere usted, amigo lector u oyente, tensar un poco más sus sentimientos busque información sobre el complejo de campos de Kutupalong, ubicado en
Bangladesh, es el mayor del planeta, donde están los rohingyas sobrevivientes de las matanzas del ejército de Myanmar, antigua Birmania.
Si Kakuma es infame, Kutupalong es efectivamente la nada, porque a los seres humanos que allí habitan les fue negado todo de manera sistemática antes de huir, su identidad, ciudadanía, derechos, vivienda y vida, práctica y literalmente no son nadie o, si acaso, apenas una referencia estadística.
Usted ve estas cosas y seguro pensará igual que yo, que es muy, pero muy difícil aceptar que en estas condiciones los humanos somos, fuimos o seremos un día la especie superior de la naturaleza.